Alab y el Jardín de los Colores



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, una niña llamada Alab. Era conocida por su gran jardín lleno de flores de todos los colores. Sin embargo, Alab tenía un pequeño problema: a menudo juzgaba a los demás sin conocerlos bien. Un día, mientras arreglaba su jardín, apareció una mariposa de mil colores.

"¡Hola, Alab! Soy Mariposa Colorín. He viajado de lejos y veo que tienes un hermoso jardín" - dijo la mariposa.

"Gracias, pero a veces me gustaría que otros cuidaran tanto su jardín como yo lo hago" - respondió Alab, con un tono de desprecio.

Colorín se posó en una flor y dijo:

"A veces, la belleza de un jardín no está solo en las flores, sino en quienes lo cuidan. Cada uno tiene su propio ritmo y estilo".

Alab se sintió un poco molesta, pero no quiso decir nada.

Días más tarde, Alab escuchó rumores sobre un nuevo vecino que había llegado al pueblo, un hombre llamado Don Beto, que se decía que tenía costumbres muy diferentes a las de los demás. Todos hablaban de lo raro que era.

"No entiendo por qué viene a este pueblo" - comentaron algunos niños. Alab, intrigada, decidió ir a conocerlo.

Cuando llegó a la casa de Don Beto, notó que su jardín era completamente diferente al suyo. Había plantas trepadoras, cactus y flores que jamás había visto.

"Hola, soy Alab, la chica del jardín de flores" - se presentó, un poco insegura.

"Hola, Alab. Yo soy Don Beto. Mi jardín es diferente, pero cada planta tiene su historia" - respondió amablemente Don Beto.

Alab no estaba convencida, pero decidió escuchar.

"¿Por qué elegiste cultivar cactus?" - preguntó curiosa.

"Porque me gustan, y me enseñan que la belleza también puede estar en lo espinoso" - dijo Don Beto, sonriendo.

Alab se sintió un poco avergonzada, así que cambió de tema. Hizo una mueca y dijo:

"A mí me gustan las flores suaves y coloridas, no entiendo cómo alguien podría querer algo que pincha".

Don Beto, sin perder la calma, contestó:

"Pero Alab, hay cosas en la vida que tienen espinas y aún así son bellas. Las diferencias nos enriquecen a todos".

Alab quedó pensando en esas palabras y, para distraerse, se despidió y regresó a casa. Sin embargo, esas ideas la obsesionaban. Decidió hacer un experimento en su jardín: mezclar flores con cactus. Al principio, no le gustaba la idea, pero fue trabajando con diferentes plantas y, para su sorpresa, el resultado fue un hermoso jardín de colores.

Un día, mientras mostraba su nuevo jardín, llegó Colorín la mariposa.

"¡Qué hermoso! Has aprendido a mezclar colores. Parece que te sorprende la belleza de lo diferente" - exclamó.

Alab sonrió y dijo:

"Sí, y creo que también puedo aprender a ver la belleza en las personas. Don Beto me enseñó eso".

Contenta, decidió invitar a Don Beto a su jardín, deseando mostrarle lo que había creado. Don Beto llegó y se maravilló al ver los cactus mezclados con flores suaves.

"Mirá, Alab. Has creado un jardín único. Lo diferente te ha inspirado a ser más creativa" - dijo con alegría.

"Sí, ¡y también me he dado cuenta de que no debo juzgar a los demás!" - respondió Alab, iluminada por la revelación.

Desde ese día, Alab y Don Beto se hicieron amigos inseparables. Alab comenzó a ayudar a Don Beto con su jardín y juntos compartían sus conocimientos. Pronto, el pueblo de Arcoíris se unió para crear un jardín comunitario que mostraba la belleza de la diversidad.

Un día mientras trabajaban, Alab se dio cuenta de que ya no pensaba en cómo otros cuidaban sus jardines. En cambio, había descubierto la profundidad del amor y de compartir su tiempo y conocimientos.

"Gracias, Colorín, y gracias, Don Beto. Aprendí que cada uno es un jardín diferente, y todos merecen ser apreciados" - dijo Alab, sonriendo con el corazón lleno de amor.

Nunca más juzgó a nadie; en cambio, devolvía amor con amor, y con ello, su jardín y su mundo se llenaron de colores.

FIN.

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