Alaia y el Jardín de los Sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos brillantes, una niña llamada Alaia. Desde muy pequeña, Alaia siempre había tenido habilidades especiales. No solo podía hacer que las plantas crecieran más rápido con solo tocarlas, sino que también tenía la magia de hacer sonreír a quienes la rodeaban. A donde quiera que iba, la gente sentía su energía positiva.

Un día, mientras caminaba por el parque, encontró un grupo de niños tristes.

"¿Qué les pasa, chicos?" - preguntó Alaia con su dulce voz.

"No sabemos qué hacer, nuestra pelota se quedó atrapada en un árbol muy alto y no podemos recuperarla" - dijo un niño llamado Tomás, con cara de preocupación.

Alaia sonrió y, usando su magia, llamó a las plantas del jardín para que crecieran y le dieran una ayuda.

"¡Vengan, amigos!" - exclamó mientras las ramas del árbol comenzaban a extenderse hacia abajo.

Con un poco de esfuerzo, un par de ramas se acercaron a la pelota y la bajaron suavemente al suelo. Los niños comenzaron a aplaudir.

"¡Sos una genia, Alaia!" - gritó Sofía, otra niña del grupo.

Sin embargo, no todo era alegría en su parque. En una esquina, el señor Tomás, un anciano que cuidaba de las flores y siempre regañaba a los niños por jugar cerca, observaba con desdén. Alaia no se desanimó, pensó que quizás él solo necesitaba un poco de atención. Entonces, se acercó a él.

"Señor Tomás, ¿quiere que le ayude a regar las flores?" - preguntó generosamente.

El anciano lo vio con sorpresa. Nadie se acercaba a él sin un motivo.

"¿Por qué harías eso, pequeña?" - preguntó.

"Porque me gusta ver las cosas florecer, como su jardín" - respondió Alaia con una sonrisa.

El corazón del anciano se conmovió. Asintió y juntos comenzaron a regar las plantas. Mientras lo hacían, conversaron sobre las diferentes flores y plantas del jardín. Alaia incluso le mostró cómo hacer que algunas de las flores fueran aún más bellas con su toque mágico.

Con el tiempo, el señor Tomás comenzó a sonreír más y a disfrutar de la compañía de los niños. Se convirtió en un gran amigo de Alaia.

Un día, mientras todos jugaban en el parque, algo inesperado sucedió. Nubes oscuras cubrieron el cielo, y un fuerte viento comenzó a soplar. La lluvia se avecinaba y todos los niños comenzaron a correr a sus casas. Sin embargo, Alaia sintió que podía hacer algo más.

"Chicos, esperen!" - gritó Alaia.

Alaia cerró los ojos y sorprendió a todos al comenzar a cantar. Una melodía mágica salía de su boca y, en ese instante, una luz brillante se posó sobre el parque. Las nubes comenzaron a dispersarse y el sol apareció, deslumbrando a todos.

"¡Lo lograste, Alaia!" - exclamó Sofía sorprendidamente.

"¡Sos increíble!" - dijo Tomás con admiración.

Alaia, sin embargo, no quería ser el centro de atención. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que, aunque ella había hecho que el sol volviera, no podía quitarse la sensación de que algo más debía hacerse. Vio al señor Tomás, que miraba la escena con una sonrisa pero al mismo tiempo con lágrimas en los ojos.

"Señor Tomás, ¿se siente bien?" - preguntó Alaia con preocupación.

"Es solo que nunca había visto a tanta gente unida y feliz por algo tan sencillo. Gracias, Alaia" - respondió el anciano, mientras le daba un abrazo.

Desde ese día, el parque se convirtió en un lugar mágico gracias a Alaia. Todos empezaron a colaborar, sembraron nuevas plantas y decoraron el espacio con dibujos que ellos mismos hacían. El jardín de sueños se convirtió en lugar donde no solo las flores crecían, sino también las amistades.

Alaia, con su luz y alegría, había enseñado a todos que a veces, una pequeña acción de cariño puede transformar el mundo. Y así, el pueblo aprendió a cuidar de su jardín, de sus amigos, y sobre todo, de compartir sonrisas.

"¡Gracias, Alaia!" - repetían los niños y adultos al unísono cada vez que se encontraban.

Y Alaia, con su magia y su gran corazón, sabía que lo mejor de todo era que todos podían cultivar un poco de esa bondad en su interior para que el mundo floreciera aún más.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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