Alan, el león melódico



En lo profundo de la selva africana vivía Alan, un león muy especial. A diferencia de su familia, a Alan no le gustaba cazar animales para comer.

Prefería cantar y tocar su charango bajo la luz de la luna. Esto lo hacía sentirse diferente, pero también único. Un día, mientras paseaba por la selva, Alan escuchó sobre otros animales que compartían su misma forma de pensar.

Decidió emprender un viaje por el mundo en busca de estos compañeros especiales. Con su valija llena de partituras y su charango al hombro, se despidió de su familia y comenzó su aventura.

Pronto llegó a la sabana africana, donde conoció a Lea, una gacela vegetariana que disfrutaba del baile y la poesía. Juntos pasaron días cantando melodías en harmonía y recitando versos al atardecer. Luego, cruzaron los océanos hasta llegar a la selva amazónica.

Allí se encontraron con Teo, un oso hormiguero pacifista que prefería abrazar árboles antes que pelear con otros animales. Los tres amigos exploraron juntos los secretos de la jungla y aprendieron unos de otros. Pero el viaje aún no había terminado.

Decidieron ir hacia las frías tierras del Ártico, donde conocieron a Lila, una foca vegetariana que soñaba con ser malabarista en un circo. Con ella descubrieron la magia de deslizarse sobre el hielo y se maravillaron con las auroras boreales.

Después de recorrer tantos lugares y conocer a tantos amigos especiales, Alan comprendió que ser diferente no era algo malo; al contrario, ¡lo hacía único! Haber encontrado a otros animales como él le demostró que siempre hay alguien más allá esperando conocerte y compartir contigo cosas maravillosas.

Finalmente, regresó a casa junto a sus nuevos amigos para mostrarle a su familia todo lo increíble que había descubierto en su viaje. Y así todos juntos celebraron la diversidad y el valor de ser auténticos consigo mismos.

Desde ese día en adelante, Alan siguió cantando y tocando su charango bajo la luz de la luna; pero ahora lo hacía acompañado por Lea, Teo y Lila; sus compañeros que entendían y valoraban cada nota musical como si fuera una parte más del corazón generoso del león que no quería comer carne.

FIN.

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