Alany y el Gigante Brady



Érase una vez una niña que se llamaba Alany. Tenía un cabello ondulado que caía como suaves olas sobre sus hombros y unos ojos tan azules como el cielo en un día despejado. Alany siempre estaba buscando aventuras y soñaba con descubrir cosas nuevas, por eso pasaba sus días explorando el bosque cercano a su casa.

Un día, mientras caminaba entre los árboles, Alany escuchó un sonido extraño. Era un rugido bajo y tembloroso. Curiosa, decidió investigar de dónde provenía. A medida que se acercaba, el sonido se volvió más fuerte, hasta que finalmente llegó a un claro. Allí, se encontró con un enorme gigante llamado Brady, que estaba sentado en una roca gigante y parecía estar muy triste.

"¿Por qué estás tan triste, gigante?" - preguntó Alany, acercándose con cuidado.

Brady levantó la vista, sorprendido de ver a una niña tan pequeña en su presencia.

"Oh, hola. Soy Brady, el gigante más grande de este bosque. Estoy triste porque todos los que pasan cerca de mí se asustan y huyen" - respondió, con una voz profunda y melancólica.

Alany se sintió conmovida por las palabras de Brady.

"Pero no deberías estar triste. Tal vez tengas una forma de mostrarles que no eres un monstruo" - sugirió Alany con una sonrisa.

Brady, con un brillo de esperanza en sus ojos, preguntó:

"¿Y cómo puedo hacer eso?"

"Podemos organizar una gran fiesta para todos los habitantes del bosque. Así podrán conocerte y ver que eres amable" - propuso Alany, emocionada.

Brady pensó por un momento y luego asintió con la cabeza.

"¡Eso suena genial! Pero, ¿por dónde empezamos?" - preguntó.

"Primero, necesitamos invitar a todos. Puedes usar tu gran voz para llamarlos" - sugirió Alany.

Brady se puso de pie, lleno de energía. Levantó su enorme mano y gritó con todas sus fuerzas:

"¡Habitantes del bosque! ¡Vengan a celebrar una fiesta conmigo!"

Alany podía ver cómo las aves volaban rápidamente hacia el sonido, y pronto, animales de todas formas y tamaños empezaron a aparecer. Conejos, ciervos, ardillas y hasta un par de osos se acercaron, curiosos.

"¡Hola, amigos! Soy Brady, y quiero invitarlos a una fiesta en el claro" - dijo el gigante, esta vez con una voz más alegre.

"¡Pero...!" - dijo una ardilla. "¿No eres un gigante temido?"

Alany se adelantó, sonriendo.

"No, no se asusten. Brady es un gigante amable que solo quiere hacer nuevos amigos. Vamos a divertirnos juntos. ¡Habrá mucha comida y juegos!" - exclamó.

Los animales, intrigados por la energía de Alany, decidieron darle una oportunidad a Brady. Con la ayuda de Alany, comenzaron a preparar todo para la fiesta. Cada uno trajo algo especial: frutas, nueces, y hasta una rica torta de miel que hicieron las abejas del bosque.

El día de la fiesta, Brady era el anfitrión perfecto. Bailó y jugó con todos los animales, mostrando su gran corazón. Alany organizó un montón de juegos divertidos, como carreras de sacos y concursos de saltos. Cada uno de los animales se dio cuenta de lo especial que era Brady.

"Eres el mejor gigante del mundo, Brady" - dijo un pequeño ciervo, mientras corrían.

Alany sonrió, viendo cómo todos se divertían. Pero de repente, algo inesperado ocurrió. Un rayo de luz cegador iluminó el bosque y, tras el resplandor, apareció un enorme dragón.

El dragón, con escalas brillantes, dijo en una voz retumbante:

"¿Quién se atreve a hacer una fiesta en mi territorio?"

Los animales se paralizaron de miedo, y Brady sintió que la tristeza regresaba a su corazón. Pero Alany no se dejó intimidar.

"¡Es solo una fiesta! No queríamos ofenderte. ¿Te gustaría unirte a nosotros?" - preguntó con valentía.

El dragón se sorprendió por la falta de miedo de la niña y sintió curiosidad.

"¿Una fiesta?" - dijo, inclinando su cabeza.

"Sí, ven a conocer a Brady. ¡Es realmente divertido!" - insistió Alany.

Después de un breve momento de duda, el dragón se acercó. Alany lo saludó, y todos los animales lo invitaron a participar. El dragón, que al principio parecía temible, pronto se unió a los juegos.

Brady hizo una nueva amistad, y juntos, llenaron el bosque con risas y alegría. Los habitantes del bosque aprendieron que no hay que juzgar por las apariencias.

Cuando la fiesta terminó, todos se despidieron agradecidos. Alany miró a Brady y sonrió.

"Hoy mostraste a todos lo genial que eres. Gracias por ayudar a hacer esta fiesta posible" - le dijo con cariño.

Brady, con una gran sonrisa, respondió:

"Gracias a vos, Alany. Nunca pensé que podría tener amigos. ¡Eres la mejor!"

Y así, una niña valiente y un gigante amable se convirtieron en los mejores amigos, demostrando que la amistad puede superar cualquier miedo y que, a veces, solo se necesita un poco de valor para abrir las puertas a nuevas aventuras.

FIN.

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