Alas de Amistad



En un valle verde y soleado, vivía un caballo llamado Brisa. Brisa era un caballo de crin dorada y ojos color miel, que amaba correr libremente por los campos. Cada mañana, salía al amanecer para recorrer su hogar, saltando sobre flores y sintiendo el viento en su rostro.

Un día, mientras trotaban felices por el prado, Brisa escuchó un llanto. Curioso, decidió investigar. Al acercarse, encontró a una pequeña tortuga llamada Tula, que estaba atrapada entre unas piedras.

"¿Por qué lloras, pequeña?" - preguntó Brisa con dulzura.

"No puedo salir de aquí, estoy atascada..." - sollozó Tula, con ojos llorosos.

Brisa, al ver su situación, le respondió:

"No te preocupes, voy a ayudarte."

Brisa utilizó su fuerte cuerpo para mover las piedras, y después de un esfuerzo, logró liberar a Tula.

"¡Muchas gracias, Brisa! Eres muy amable. ¿Puedo ser tu amiga?" - preguntó Tula, sonriendo.

"¡Por supuesto!" - respondió el caballo, sintiéndose feliz de tener una nueva amiga.

Desde ese día, Brisa y Tula se volvieron inseparables. Brisa corría velozmente por el prado y Tula lo seguía lentamente. Brisa siempre frenaba para esperar a su amiga.

Pero no todo fue fácil. Un día, cuando Brisa corría más rápido que nunca, una fuerte tormenta se desató. Los truenos resonaban y el viento soplaba con fuerza.

"¡Brisa, estoy asustada!" - gritó Tula mientras se ocultaba bajo una hoja grande.

"No te preocupes, Tula. Siempre estaré contigo." - dijo Brisa, asegurándose de que su amiga estuviera a salvo.

La tormenta pasó, pero el campo quedó cubierto de ramas y barro. Tula no podía moverse bien entre los obstáculos.

"¿Qué vamos a hacer ahora?" - preguntó Tula, sintiéndose triste.

"Yo puedo ayudarte a cruzar este barro, solo confía en mí."

Brisa rápidamente hizo un camino para que Tula pudiera atravesar la zona difícil.

"Gracias, Brisa. Tu amistad significa mucho para mí." - dijo Tula, sonriendo de nuevo.

"Siempre estaré aquí para ti," - aseguró Brisa, sintiendo un gran orgullo en su corazón.

A medida que pasaban los días, Brisa y Tula se enfrentaron a muchos otros obstáculos. Aunque eran diferentes, aprendieron a complementarse. Tula se volvió muy ingeniosa para ayudar a Brisa a encontrar comida y juntos exploraban nuevos lugares.

Un buen día, mientras exploraban un bosque, un pato llamado Pipo se les acercó.

"¡Hola! ¿Puedo unirme a ustedes?" - preguntó el pato, moviendo sus alas emocionado.

Brisa miró a Tula y sonrió.

"¡Claro que sí! Cuantas más, mejor. Vamos, más amigos, más aventuras."

Juntos, los tres saltaron y jugaron.

El tiempo pasó, y estos amigos aprendieron valiosas lecciones sobre la amistad, la empatía y la importancia de ayudarse. Brisa se dio cuenta de que aunque a veces se sentía fuerte, había momentos en que necesitaba ayuda, y que todos, sin importar su tamaño o forma, tenían algo especial que ofrecer.

Finalmente, después de muchas aventuras, un día el sol brillaba más fuerte que nunca.

"Hoy vamos a alzar el vuelo figurativamente, como las aves," - propuso Tula, haciendo reír a sus amigos.

"¡De acuerdo!" - dijo Pipo emocionado, agitando sus alas.

"Vamos a soñar y a correr hasta donde la vista no alcanza. ¡Alas de amistad!" - exclamó Brisa, dándole un giro a las palabras.

Y así, riendo y saltando, los amigos continuaron sus aventuras, enseñando a todos en el valle que la verdadera amistad puede vencer cualquier obstáculo y que juntos, eran más fuertes.

Brisa aprendió que la amistad no solo consiste en recibir, sino también en dar lo mejor de uno mismo a los demás. Y en su corazón dorado, siempre habrá espacio para más amigos.

FIN.

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