Alas de Confianza
En lo alto de la montaña, el imponente cóndor volaba majestuosamente, disfrutando de las corrientes de aire que acariciaban sus alas. Mientras tanto, en el suelo, la pequeña perdiz caminaba entre los arbustos buscando semillas para comer.
Un día soleado, el cóndor divisó a lo lejos a la perdiz y decidió bajar a saludarla. Con un aleteo suave, descendió lentamente hasta posarse frente a ella.
La perdiz se sorprendió al ver al enorme pájaro tan cerca y nerviosa comenzó a dar saltitos hacia atrás. "¡Hola amiga perdiz! Soy el cóndor, rey de los cielos", dijo con voz grave y serena el cóndor.
La perdiz miraba con asombro al majestuoso pájaro y tímidamente respondió: "Hola señor cóndor, yo soy la perdiz, reina del suelo". El cóndor sonrió ante la respuesta de la pequeña ave y decidió proponerle algo: "¿Qué te parece si hoy te enseño a volar como yo? Será una experiencia inolvidable".
La perdiz dudó por un momento, nunca había volado antes y le daba miedo lanzarse desde lo alto. Pero finalmente aceptó emocionada la propuesta del cóndor.
Durante días, el cóndor enseñó pacientemente a la perdiz todos los secretos del vuelo: cómo aprovechar las corrientes de aire, cómo batir las alas para elevarse y cómo planear con gracia por los cielos. La pequeña perdiz se esforzaba cada día por aprender y poco a poco fue ganando confianza en sí misma.
Hasta que llegó el momento crucial: el primer intento de vuelo. "¡Tú puedes hacerlo!" animaba el cóndor desde arriba mientras observaba atento. Con un impulso valiente, la perdiz se lanzó al vacío extendiendo sus alas con determinación.
Al principio sintió miedo e inseguridad, pero pronto recordó todo lo aprendido y empezó a volar lentamente. Los dos pájaros surcaron juntos los cielos en una danza armoniosa llena de libertad y alegría.
La perdiz descubrió un mundo nuevo lleno de posibilidades gracias al valor que había encontrado en sí misma. Al atardecer regresaron al suelo exhaustos pero felices. El cóndor posó cariñosamente su pata sobre la espalda de la perdiz y le dijo con orgullo: "Has demostrado ser valiente y decidida.
Nunca olvides que no hay límites para tus sueños". Desde ese día, el condón y la perdi formaron una gran amistad basada en el respeto mutuo y en ayudarse siempre que lo necesitaran.
Juntos exploraban los cielos y recorrían los campos compartiendo aventuras inolvidables. Y así fue como dos aves tan diferentes encontraron en su diversidad una oportunidad para crecer juntas y demostrar que cualquier cosa es posible cuando se tiene coraje y confianza en uno mismo.
FIN.