Alas de Familia


Había una vez en un campamento en lo profundo del bosque, dos primos muy diferentes entre sí: Zafir, un niño inteligente y curioso, y Luna, una niña muy sentimental y temerosa.

Ambos estaban emocionados por la actividad del día: observar aves en su hábitat natural. Zafir estaba ansioso por adentrarse en el bosque para encontrar las aves más exóticas, mientras que Luna se aferraba a su brazo con nerviosismo.

Antes de comenzar la aventura, decidieron dibujar un mapa detallado del lugar para no perderse.

Luna tomó los lápices de colores y empezó a trazar el contorno de los árboles con cuidado, mientras Zafir señalaba dónde podrían encontrar las distintas especies de aves: garzas elegantes, horneros trabajadores y flamencos rosados que adornaban el lago cercano. "Vamos Luna, será una gran aventura", dijo Zafir con entusiasmo. "Pero me da miedo adentrarme en el bosque", respondió Luna con voz temblorosa.

Zafir comprendió los miedos de su prima y decidió cambiar sus planes. Mirando el mapa detenidamente, notó que cerca del campamento había un claro donde podrían observar muchas aves sin tener que internarse tanto en el bosque.

"¡Ya sé! Podemos ir al claro primero y luego explorar el bosque juntos", propuso Zafir con una sonrisa. Luna asintió con timidez y juntos se dirigieron hacia el claro.

Al llegar allí, se maravillaron al ver cómo las garzas pescaban con gracia en el arroyo cercano, los horneros construían sus nidos entre las ramas y los flamencos revoloteaban elegantemente sobre el agua. "¡Son tan hermosas!", exclamó Luna emocionada. "Sí, es increíble la diversidad de aves que podemos encontrar aquí", respondió Zafir admirando la escena.

Pasaron horas observando a las aves e identificándolas según lo aprendido en libros y documentales. Luna superó poco a poco sus miedos gracias al apoyo de Zafir y juntos disfrutaron de cada momento compartido en aquella experiencia única.

Al atardecer, cuando regresaron al campamento con sus cuadernos llenos de dibujos y anotaciones sobre las aves observadas, Luna abrazó a Zafir con cariño. "Gracias por entenderme y hacer este día inolvidable", dijo Luna con gratitud. "No hay nada que agradecer.

¡Hicimos un gran equipo!", respondió Zafir orgulloso. Así terminó esta jornada especial donde la valentía de Zafir y la sensibilidad de Luna se complementaron perfectamente para descubrir juntos la belleza de la naturaleza y fortalecer su vínculo familiar.

Y desde entonces, cada vez que recordaban aquel día especial, ambos sabían que siempre podían confiar el uno en el otro sin importar las diferencias que los separaran.

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