Alas de Kukli



Había una vez en el hermoso pueblo de Kukli, donde sus habitantes un día despertaron con la sorpresa de que les habían crecido unas fabulosas alas. Todos, absolutamente todos, excepto el abuelo Chuku, tenían ahora la capacidad de volar.

La emoción invadió a cada kukliano, y pronto comenzaron a planear migrar hacia tierras más ricas en busca de nuevas oportunidades. El bullicio de las alas batiendo llenaba el aire mientras los kuklianos preparaban sus pertenencias para partir.

El abuelo Chuku observaba con tristeza cómo su amado pueblo se vaciaba poco a poco. Todos estaban ansiosos por volar lejos en busca de fortuna, menos su nieto Chako, quien decidió quedarse junto a su querido abuelo.

"Abuelo Chuku, ¿por qué no quieres volar como todos los demás? ¡Imagínate todas las aventuras que podríamos vivir juntos!", exclamó Chako emocionado.

El anciano sonrió con ternura y acarició la cabeza de su nieto antes de responder:"Querido Chako, sé que volar puede ser maravilloso y traer muchas experiencias nuevas, pero también es importante recordar nuestras raíces y valorar lo que tenemos aquí. No necesitamos ir lejos para encontrar la felicidad.

"Chako reflexionó sobre las palabras del abuelo mientras observaba cómo los últimos kuklianos partían hacia horizontes desconocidos.

Decidieron explorar juntos el pueblo ahora vacío y descubrieron rincones mágicos que nunca habían notado antes: un arroyito cristalino donde jugar, árboles frutales repletos de deliciosas manzanas y una cueva llena de antiguos tesoros. Con el paso de los días, Chuko enseñó a su nieto historias sobre la historia del pueblo Kukli y juntos cultivaron un hermoso jardín lleno de flores multicolores.

Aprendieron a apreciar la belleza simple que los rodeaba y compartieron momentos inolvidables bajo el cálido sol. Un año después, algunos kuklianos regresaron decepcionados al darse cuenta de que no habían encontrado lo que buscaban en otras tierras.

Al ver la paz y armonía que reinaban en el pueblo junto al abuelo Chuku y Chako, comprendieron la sabiduría detrás de haberse quedado. "Abuelo Chuku, gracias por mostrarnos que lo más preciado está muchas veces justo frente a nosotros", expresaron los viajeros arrepentidos.

Y así fue como el pequeño pueblo Kukli recuperó su alegría perdida gracias al amoroso vínculo entre un viejo sabio sin alas y un joven curioso dispuesto a aprender.

Juntos demostraron que no se necesita volar alto para alcanzar la felicidad; basta con tener un corazón abierto y valorar las pequeñas cosas que hacen grande nuestra vida.

FIN.

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