Alas de Luna y Lola



En un hermoso jardín, vivía una mariposa llamada Luna. Luna era diferente a las demás mariposas, ya que sus alas tenían colores muy brillantes y únicos.

A pesar de su belleza, Luna se sentía triste porque las otras mariposas la miraban con curiosidad y a veces hasta con burla. Un día, mientras volaba por el jardín, Luna se encontró con una mariquita llamada Lola. Lola era muy amigable y pronto se convirtieron en grandes amigas.

Juntas pasaban los días explorando el jardín, riendo y compartiendo secretos. Un día, mientras descansaban sobre una flor, Luna le confesó a Lola lo mal que se sentía por ser diferente.

Lola la escuchó atentamente y luego le dijo: "Luna, tus colores son lo que te hace especial y única. En este mundo hay espacio para todos los colores y formas. Deberías aceptarte tal como eres".

Luna reflexionó sobre las palabras de su amiga y decidió aceptarse a sí misma tal como era. A partir de ese momento, dejó de preocuparse por lo que pensaran los demás y comenzó a disfrutar plenamente de su belleza interior y exterior.

Un día, cuando volaban juntas cerca del arcoíris que aparecía después de la lluvia, Luna notó algo extraño en el cielo. Había una nube oscura acercándose rápidamente al jardín. Las demás mariposas comenzaron a entrar en pánico e intentaron esconderse.

"¡Qué haremos, Lola! ¡La tormenta se acerca!" exclamó Luna nerviosa. "Tranquila amiga", respondió Lola calmadamente. "Juntas podemos superar cualquier desafío". Con valentía, Luna y Lola volaron hacia la nube oscura e intentaron disiparla con sus alas coloridas.

Para sorpresa de todos, al hacer contacto con las alas brillantes de Luna, la nube comenzó a llenarse de colores resplandecientes creando un arcoíris gigante en el cielo. Las demás mariposas observaron maravilladas cómo Luna había convertido la tormenta en algo hermoso y lleno de luz.

Desde ese día, las otras mariposas aprendieron a valorar la diferencia de Luna y ella entendió que su singularidad no solo era aceptada sino admirada por todos.

Luna comprendió entonces que la verdadera belleza radica en aceptarse a uno mismo tal como es y en compartir esa aceptación con quienes nos rodean.

Y así fue como Luna enseñó al resto del jardín que lo importante no es ser igual a los demás sino ser fiel a uno mismo y encontrar la verdadera alegría en la amistad sincera basada en la aceptación mutua.

FIN.

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