Alas Invisibles



Había una vez en Madrid, dos hermanos llamados Bosco y Santi. Vivían en la bulliciosa ciudad pero soñaban con vivir en la casa del campo que sus abuelos tenían.

A ambos les encantaban los animales, pero a Bosco le fascinaba especialmente la idea de poder volar como un pájaro. Un día, mientras paseaban por el parque, Bosco miró al cielo y suspiró: "¡Cómo me gustaría poder volar y ver todo desde arriba!".

Santi sonrió y le dijo: "¿Sabes qué, hermanito? Si trabajamos juntos, ¡podremos hacer realidad ese sueño!"Los dos niños regresaron a casa emocionados y comenzaron a planear cómo podrían aprender a volar.

Investigaron en libros y en internet, preguntaron a expertos e incluso construyeron unas alas con cartón y plumas. Aunque al principio fracasaron en sus intentos por volar, no se rindieron.

Un día, mientras ayudaban a su abuelo en el campo, vieron un nido de águila en lo alto de un árbol. Bosco se acercó emocionado y observó cómo las crías aprendían a volar con la ayuda de su madre. Fue entonces cuando tuvo una idea brillante.

"¡Santi! ¡Ya sé cómo podemos aprender a volar! Tenemos que observar cómo lo hacen los pájaros y practicar como ellos!" -exclamó Bosco emocionado. Los dos hermanos pasaron horas observando a las aves, imitando sus movimientos e intentando entender cómo lograban elevarse por los cielos.

Pronto descubrieron que para volar necesitaban más que alas físicas; necesitaban confianza en sí mismos y valentía para lanzarse al vacío. Una mañana soleada, decidieron subir al punto más alto del campo de sus abuelos.

Con el viento acariciando sus rostros, cerraron los ojos y dieron un paso al frente... ¡y sintieron que estaban volando! No literalmente, pero sí sintieron la libertad de dejar atrás el miedo y lanzarse hacia sus sueños. "¡Lo estamos logrando!" -gritó Santi emocionado.

"¡Sí! ¡Estamos aprendiendo a volar sin alas!" -respondió Bosco con una sonrisa radiante. Desde ese día, los dos hermanos siguieron explorando el mundo con ojos curiosos y corazones valientes.

Aunque nunca pudieran volar físicamente como los pájaros, descubrieron que podían alcanzar cualquier sueño si creían en sí mismos y trabajaban juntos para lograrlo.

Y así, Bosco y Santi demostraron que no hace falta tener alas para tocar el cielo; basta con tener amor por lo que se hace y fe inquebrantable en uno mismo. Y aunque nunca llegaran a vivir en la casa del campo de sus abuelos, encontraron su propio lugar especial donde siempre podrían soñar... ¡y tal vez algún día aprender a volar realmente! El fin

FIN.

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