Alba y el Espíritu de la Navidad



Era una mañana navideña en Cádiz, y la pequeña Alba, una niña de seis años, se despertó con una emoción desbordante. En su mente solo había un pensamiento: ¡Hoy era el día en que podría conocer a Papá Noel!

Bajó corriendo las escaleras, donde le esperaba su padre, Toni, preparando un delicioso desayuno. Su madre, Eva, llegaba poco después con un gorro festivo en la cabeza.

"¡Mamá, papá! Hoy es el día más emocionante de todos. ¡Voy a conocer a Papá Noel!"

"¡Eso parece, pequeña!" dijo Toni, riéndose. "Pero recuerda, no solo hay alegría en la Navidad. También hay otros personajes, como el Grinch..."

"¿El Grinch? Me da miedo..." murmuró Alba.

"No deberías temerle. Solo es un personaje que aprendió a amar la Navidad", respondió Eva con dulzura.

Ya vestida con su mejor suéter navideño, Alba salió al patio que adornaba su casa. De pronto, una sombra misteriosa cruzó el cielo. Alba miró hacia arriba y ¡oh, sorpresa! Era Papá Noel, volando en su trineo.

"¡Hola, pequeña!" dijo Papá Noel con una voz profunda y acogedora. "Me encantaría llevarte a ayudarme a repartir regalos en la ciudad. ¿Te animas?"

"¡Sí!" gritó Alba, sin dudarlo.

Papá Noel le hizo una seña y, con un chasquido de dedos, el trineo se aterrizó suavemente. Alba subió emocionada y ¡ZAS! En un abrir y cerrar de ojos, estaban volando sobre Cádiz, que brillaba con luces navideñas.

"Mira, Alba, ¿ves esos niños que esperan regalos?" dijo Papá Noel mientras señalaba a la gente de la plaza. "Estamos a punto de hacerlos muy felices. Pero primero, necesitamos hablar sobre el Grinch..."

"¿Por qué? ¿Es malo?" interrogó Alba.

"No, cariño. El Grinch solo se siente solo. Nadie le mostró lo especial que es la Navidad. A veces, solo necesita un amigo. ¿Te gustaría ayudarme a mostrarle que está bien disfrutar de esta época?"

Alba asintió, con los ojos brillantes. Volaron hacia una pequeña colina donde el Grinch estaba sentado, con cara de pocos amigos.

"¡Hola, Grinch!" saludó Alba con valentía. "Soy Alba. ¿Por qué no te juntas a nosotros?"

"¿Y a mí qué me importa la Navidad? A nadie le importa lo que yo sienta", gruñó el Grinch, pero había una suave tristeza en su voz.

"¡Claro que nos importa!" exclamó Papá Noel. "El espíritu navideño está en compartir y cuidar de los demás. Nadie debería sentirse solo en esta época. Alba tiene razón, ven a celebrar con nosotros. Vamos a repartir regalos juntos!"

"¿De verdad?" preguntó el Grinch, mirando con curiosidad.

Alba sonrió y extendió su mano.

"¡Seguro! La Navidad es más divertida cuando la compartís. Además, tengo un montón de dulces que te encantarán. ¡Ven!"

El Grinch, aunque dudoso, aceptó la invitación. Mientras viajaban juntos y llevaban regalos, el Grinch comenzó a sonreír.

"Nunca pensé que la Navidad pudiese ser tan divertida", confesó.

"¡Claro que sí!" dijo Alba entusiasmada. "Solo hay que abrir el corazón. ¡Ahora tú también eres parte de esto!"

Así, el Grinch templó su corazón con la calidez de la amistad y el espíritu de la Navidad. Juntos, repartieron regalos, risas y alegría por todo Cádiz, dejando a todos los niños felices.

Cuando todo terminó, Papá Noel miró a Alba.

"Hiciste un gran trabajo, pequeña. Te has convertido en una verdadera embajadora de la Navidad. ¿Vas a contarle a tu familia sobre esta aventura?"

"¡Sí!" exclamó Alba. "Y también hablaré del Grinch y cómo puede ser un buen amigo. ¡No hay que tenerle miedo!"

De regreso a casa, con su familia esperándola, Alba miró hacia el cielo y sonrió.

"La Navidad es especial porque podemos mostrar amor y amistad, incluso a aquellos que parecen diferentes. ¡Qué gran día!"

Y así, junto a su familia, Alba se sintió feliz, lista para celebrar una Navidad llena de amor, sin miedos ni prejuicios, viviendo un mágico cuento que contaría para siempre en su corazón.

FIN.

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