Ale la niña que soñaba con ser maratonista



Era un día soleado en el pequeño pueblo de San Martín donde vivía Ale, una niña de diez años con grandes sueños. Desde que había visto una maratón en la televisión, no podía dejar de pensar en correr como los atletas que habían cruzado la meta con sonrisas de felicidad. Un día, decidió que quería ser maratonista.

"¡Mamá! Quiero ser maratonista cuando sea grande!" - le dijo emocionada a su madre mientras miraba un video de corredores por internet.

"¡Qué bueno, mi amor! Pero correr maratones requiere entrenamiento y mucho esfuerzo", respondió su madre con una sonrisa.

Aunque a Ale le entusiasmaba la idea, sabía que no podía lograrlo de la noche a la mañana. Así que decidió que comenzaría a correr todos los días después de la escuela. Se ponía sus zapatillas, salía al parque y corría junto a su perro, Tino. Sin embargo, en su primer intento, se sintió cansada rápidamente y una pequeña voz dentro de su cabeza le decía que no podría lograrlo.

"No te desanimes, Ale", ladró Tino como si comprendiera lo que pasaba.

Ale se rió, "Tenés razón, Tino. ¡Lo intentaré de nuevo!". Con cada día que pasaba, Ale corría un poquito más, y aunque a veces se sentía un poco frustrada, no se rindió.

Una tarde, mientras corría, conoció a un grupo de corredores más grandes que ella. Estaban entrenando para una maratón real.

"¡Hola! ¿Estás corriendo para la maratón?" - le preguntó uno de ellos, un chico llamado Julián.

"Sí, pero sólo soy una principiante. No sé si podré hacerlo", respondió con un suspiro.

"¡Claro que podés! Todos comenzamos en algún lugar. ¡Te invitamos a entrenar con nosotros!" - dijo una chica llamada Lucía.

Ale no podía creerlo. Aceptó la invitación con gusto y se unió al grupo. Al principio, se las arregló para mantenerse al día, pero pronto se dio cuenta de que la distancia era mucho mayor de lo que había corrido en su parque.

"Me siento muy cansada, no creo que pueda seguir", se quejó en una de las sesiones de entrenamiento.

"Lo importante es que estás aquí, Ale. Cada paso que das es un avance. Solo debes escuchar a tu cuerpo y disfrutar del proceso. No olvides que los mejores maratonistas también se sienten cansados a veces", le explicó Julián.

Sus palabras hicieron que se sintiera mejor. Así que Ale continuó entrenando con sus nuevos amigos. Poco a poco, fue construyendo su resistencia. Un día, mientras estaban en una carrera de entrenamiento, ocurrió algo inesperado. Una tormenta repentina comenzó a caer, y aunque todos comenzaron a correr hacia sus casas, Ale se detuvo.

"¿Qué pasa, Ale?" - preguntó Lucía.

"No quiero volver a casa, quiero seguir corriendo. ¡Es lo que siempre soñé!"

Ante su respuesta, sus amigos la miraron sorprendidos.

"Pero está lloviendo mucho, es peligroso", advirtió Julián.

"Sí, pero esto es parte del desafío", contestó ella con determinación.

Finalmente, todos decidieron seguirla y comenzaron a correr bajo la lluvia. Ale se sintió como una verdadera maratonista por primera vez. La lluvia les hacía sentir vivos y libres. Desde ese día, no solo pudo correr más tiempo, sino que también aprendió a disfrutar cada momento, sin importar las condiciones.

Llegó el día de la maratón. Ale estaba nerviosa, pero también emocionada. Al llegar a la línea de salida, vio a otros niños de su edad y se dio cuenta de que no estaba sola en esta aventura.

"Recuerda lo que aprendiste, Ale. Cada paso cuenta, y lo más importante es que te diviertas", le dijo Lucía antes de comenzar.

Cuando el disparo sonó, todos comenzaron a correr. Ale sintió que su corazón latía con fuerza, pero cada vez que miraba a su alrededor y a sus amigos sonriendo, se llenaba de energía. A medida que avanzaba, comenzó a recordar las palabras de Julián y cómo había superado sus propios límites. Esa maratón no solo era un desafío físico, sino también una celebración de su esfuerzo.

Finalmente, cruzó la meta. No fue la primera en llegar, pero eso no importaba. Con una gran sonrisa en el rostro, levantó los brazos y gritó:

"¡Lo logré!"

Todos sus amigos la felicitaron.

"Estamos muy orgullosos de vos, Ale. ¡Sos una verdadera maratonista!" - exclamó Julián.

"Gracias a ustedes, de verdad. No podría haberlo hecho sin su apoyo", respondió agradecida.

A partir de ese día, Ale no solo se convirtió en maratonista, sino en una inspiración para otros niños en su pueblo. Aprendió que con esfuerzo, apoyo y pasión, los sueños se pueden cumplir, y que lo importante no es solo llegar a la meta, sino disfrutar de cada paso del camino.

FIN.

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