Alejandrina y el Mágico Bosque del Buen Trato
Era un día radiante en la ciudad de Bella Vista, y todos los niños jugaban en el parque. Entre risas y juegos, sobresalía Alejandrina, una niña de cabellos dorados y ojos brillantes. Su pasión era promocionar el buen trato hacia todos los niños y niñas. Siempre decía:
"El buen trato empieza con una sonrisa y una palabra amable."
Un día, mientras estaba en el parque, decidió organizar un evento especial en el que todos los niños pudieran aprender a tratarse mejor. Hizo afiches coloridos y repartió volantes. Su entusiasmo era contagioso y todos empezaron a hablar del “Gran Festival del Buen Trato”.
El festival estaba lleno de actividades. Había talleres de arte, teatro y juegos que fomentaban la amistad y el respeto. Pero, un día antes del festival, recibió una visita inesperada. Una niña llamada Sofía llegó al parque. Sofía se veía triste y un poco aislada.
"Hola, soy Sofía, no tengo amigos aquí. Nadie quiere jugar conmigo."
Alejandrina se acercó a ella con una gran sonrisa:
"¡Hola, Sofía! Te invito a ser parte del festival. Estamos promoviendo el buen trato y todas las niñas y niños son bienvenidos. ¿Te gustaría ayudarnos?"
Sofía, un poco dudosa, aceptó. Mientras ayudaban a decorar el parque, Alejandrina le explicó:
"El buen trato es tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Todos merecemos amor y respeto."
"Pero a veces, no sé cómo hacer amigos. A veces, me dicen cosas feas."
Alejandrina la miró con ternura:
"Es complicado, pero si uno muestra amabilidad, es más fácil que los demás respondan de la misma manera."
El día del festival llegó y el parque se llenó de colores, risas y alegría. Mientras los niños participaban en las actividades, empezaron a aprender a expresar su creatividad y a comunicarse positivamente. Pero, de repente, un grupo de niños empezaron a reírse de uno de los más pequeños, un niño llamado Tomás, que se había caído mientras jugaba.
Alejandrina, al ver esto, se acercó rápidamente:
"¡Eh! ¿Qué está pasando aquí?"
"Tomás se cayó, nos dio risa, es muy torpe", gritó uno de los niños.
"¿Saben qué? No está bien burlarse de los que se caen. Todos podemos caer y necesitamos apoyarnos, no reírnos," les dijo firmemente. "Vamos a ayudar a Tomás a levantarse."
Los niños se miraron unos a otros, sorprendidos, pero Alejandrina había sembrado una semilla. Se acercaron juntos a Tomás y uno de ellos dijo:
"Lo siento, Tomás. ¿Estás bien?"
- “Sí, solo fue un tropiezo,” respondió Tomás sonriendo.
- “Gracias por ayudarme,” agregó en voz baja, sintiéndose un poco más fuerte.
Gracias al valor de Alejandrina y a su firmeza en la promoción del buen trato, los niños aprendieron a cuidar de los demás. La risa y la camaradería llenaron el aire. Al final del día, con el sol despidiéndose en el horizonte, la comunidad había crecido en amor y respeto.
"¡Lo logramos!" exclamó Alejandrina, cuando todos estaban sentados en círculo al atardecer.
"Sí, el buen trato es contagioso," dijo Sofía, ahora con una gran sonrisa,
"Pero se necesita valentía para hacerlo," agregó Tomás.
Alejandrina miró a sus amigos con orgullo, sabiendo que ese día había cambiado algo dentro de ellos. El Festival del Buen Trato no solo fue un evento maravilloso, sino el comienzo de una comunidad donde cada niño se sentiría amado y respetado.
Desde ese día, Alejandrina siguió organizando actividades y compartiendo su mensaje. Y así, Bella Vista se convirtió en un lugar donde todos aprendieron que el buen trato no solo es un acto, sino un estilo de vida que todos pueden elegir.
La historia de Alejandrina y sus amigos quedó en el corazón de cada niño.
"¿Qué tal si lo hacemos todos los años?" preguntó Sofía con entusiasmo.
"Por supuesto, el buen trato siempre debe celebrarse!" dijo Alejandrina.
Y así, la magia del buen trato siguió floreciendo en el parque de Bella Vista, gracias a una pequeña niña y su deseo de hacer del mundo, un lugar mejor para todos los niños.
FIN.