Alejandro y el Gran Partido



En un pintoresco pueblo de la sierra, Alejandro, un niño de diez años, siempre estaba dispuesto a jugar al fútbol con sus amigos en la plaza. La brisa fresca y el canto de los pájaros eran su escenario favorito. Sin embargo, Alejandro llevaba una carga invisible: la neurofibromatosis, una enfermedad que había sido diagnosticada cuando solo tenía quince días. A pesar de ello, nunca dejó que eso lo detuviera.

Sus amigos lo admiraban por su energía y jamás lo trataron diferente. Hoy, algo especial estaba por suceder.

"¡Che, Alejandro! ¿Te enteraste del gran partido de fútbol que organizarán el sábado?" - le dijo Tomás, mientras pateaba una pelota.

"¡Sí! ¡Estoy re emocionado!" - respondió Alejandro con una sonrisa en su rostro.

Fue entonces cuando le surgió una idea. Quería que ese partido fuera aún más especial. Así que, se le ocurrió organizar un equipo con sus amigos para representar al pueblo.

"Chicos, se me ocurre que podríamos formar un equipo y jugar contra los chicos del pueblo de al lado. ¡Sería genial!" - propuso.

Sus amigos lo miraron entusiasmados.

"¡Sí, buenísimo! ¿Cómo le ponemos al equipo?" - preguntó Marta, una de sus mejores amigas.

"Podríamos llamarnos 'Los Guerreros de la Sierra'" - sugirió Alejandro, levantando el puño con determinación.

Con el corazón lleno de entusiasmo, comenzaron a practicar todos los días. Pero no todo fue fácil. A veces, Alejandro sentía que su cuerpo no respondía como él quería. Después de un par de caídas, se sentó en un banco.

"¿Estás bien, Ale?" - preguntó Tomás, preocupado.

"Sí, pero me cuesta un poco más que a ustedes" - contestó, intentando ocultar su frustración.

Su hermana, Lucía, que siempre estaba a su lado, se acercó.

"Ale, siempre has sido el mejor jugando. Recuerda que lo más importante es divertirse. El resultado no importa tanto como lo que sentimos al jugar juntos." - le dijo, dándole una palmadita en la espalda.

Las palabras de Lucía calaron hondo en él. A partir de ese momento, hizo un esfuerzo mayor por concentrarse y disfrutar del juego, sin importar el resultado

El esperado día del partido llegó. La plaza estaba llena de gente y la emoción se sentía en el aire. Los niños del pueblo de al lado llegaron con uniformes brillantes, mientras que los Guerreros de la Sierra vestían camisetas de colores vivos con un logo hecho a mano por Lucía.

"¡Vamos, guerreros!" - gritó Alejandro, levantando su brazo hacia el cielo.

El partido comenzó de manera intensa. Los chicos de al lado eran muy buenos, pero Alejandro había entrenado junto a sus amigos relentlessly. Con el corazón latiendo fuerte, él y su equipo se esforzaron al máximo.

Sin embargo, a mitad del primer tiempo, Alejandro se cayó al suelo en una jugada desafortunada y un murmullo pasó por la multitud. Su mamá corrió hacia él.

"¿Estás bien, amor?" - preguntó, ansiosa.

"Sí, mamá, estoy bien" - respondió Alejandro, levantándose lentamente, aunque su cuerpo le dolía.

Con una renovada energía y el apoyo de sus amigos, decidió continuar jugando. En el último momento del partido y con el marcador 2-1 en contra, Alejandro recibió un pase perfecto. Allí, en medio del juego, decidió que no importaba si ganaba o perdía, solo quería jugar y disfrutar este momento con sus amigos.

"Concentrate, Alejandro! ¡Dale!" - gritó Lucía desde la línea, justo cuando él pateó la pelota con todas sus fuerzas.

¡Gol! El balón entró al arco y todos saltaron de alegría. El partido terminó 2-2 y ambos equipos decidieron considerarlo un empate.

"¡Fue increíble!" - exclamó Tomás, abrazando a Alejandro.

"Sí, lo mejor es que jugamos juntos" - dijo Alejandro, sintiéndose feliz.

La multitud aplaudió, no solo por el gran partido, sino por el gran espíritu de equipo que mostraron los Guerreros de la Sierra. Esa tarde, Alejandro no solo había jugado al balón, sino que había demostrado que la verdadera victoria es disfrutar de lo que amas con aquellos que te rodean. Y rodeado por su familia y amigos, se dio cuenta de que no había nada que lo detuviera para seguir jugando al fútbol y ser feliz.

Así, Alejandro continuó soñando y persiguiendo cada aventura, recordando siempre que el apoyo de su familia y amigos es lo que realmente lo hacía invencible.

FIN.

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