Alejandro y la Lluvia Mágica



Era un día soleado en el barrio de Alejandro, un niño de diez años que amaba el fútbol y jugar en la plaza con sus amigos. Sin embargo, aquel día todo iba a cambiar. En la escuela, la profesora de ciencias, la señorita Laura, preparó una actividad especial para enseñarles sobre el agua y su importancia.

"Hoy vamos a hablar sobre las inundaciones, chicos", comenzó la señorita Laura con voz entusiasta. "Les contaré sobre un país vecino, Chile, que ha enfrentado grandes desafíos por inundaciones en el pasado".

Los ojos de Alejandro se abrieron con curiosidad, mientras la señorita Laura mostró imágenes de ríos desbordados y casas cubiertas de agua. Entre risas y asombro, Alejandro levantó la mano y preguntó:

"¿Y por qué pasa eso, señorita?"

"Buena pregunta, Alejandro!", respondió la profesora. "Las inundaciones a menudo ocurren por mucha lluvia en poco tiempo, justo como le pasó a Chile. Pero hoy aprenderemos cómo podemos ayudar a prevenir estos problemas".

Ese mismo día, después de la clase, Alejandro decidió que quería saber más sobre el tema. Se dirigió a la biblioteca de su colegio y, entre libros de aventuras, encontró un libro titulado "Las lluvias del Valle Central". Este libro hablaba sobre familias que se unieron para enfrentar las inundaciones.

Inspirado por lo que había leído, Alejandro decidió hacer algo en su comunidad. Organizó junto a sus amigos, Sofía y Lucas, un taller en el parque donde invitarían a los vecinos para que aprendieran sobre la importancia de cuidar los ríos y cómo estar preparados para las lluvias.

"Vamos a crear carteles y actividades prácticas", dijo Sofía emocionada.

"Podemos hacer un juego de preguntas y respuestas", sugirió Lucas.

Los tres trabajaron arduamente durante la semana y, al llegar el día del evento, el parque se llenó de risas y curiosidad. Muchos vecinos se acercaron a aprender sobre cómo hacer zanjas de drenaje y mantener limpias las alcantarillas para evitar que el agua se acumule.

Pero en medio de la actividad, algo inesperado sucedió. Comenzó a llover intensamente. Todos se miraron preocupados.

"¿Y si se inunda el parque?", gritó uno de los niños.

Alejandro, recordando lo que había aprendido, respiró hondo y dijo:

"Recuerden que esto es parte de lo que estamos aprendiendo. ¡Vamos a ponernos a trabajar!"

Los niños, guiados por Alejandro, comenzaron a recoger los carteles y a hacer una cadena humana para mostrar cómo se pueden crear barreras con arena.

"¡Ya viene el agua! Todos a ayudar!", animó Sofía, mientras Lucas corría a buscar los baldes para hacer pequeñas zanjas.

El esfuerzo colectivo fue admirable. Juntos, lograron desviar el agua hacia una zona que no afectaría a los árboles ni a los juegos del parque. La comunidad se unió en un solo grito de alegría cuando vieron que su trabajo había dado resultados.

"¡Lo logramos! ¡Miren que el agua se fue!", celebró Lucas, sonriendo de oreja a oreja.

La lluvia se detuvo y el sol comenzó a salir de nuevo. Todos se sintieron felices y orgullosos de su trabajo en equipo. La actividad fue un gran éxito, no solo porque aprendieron sobre las inundaciones, sino porque juntos pudieron prevenir una situación difícil.

A partir de ese día, Alejandro y sus amigos continuaron enseñando a otros sobre cómo cuidar el agua y estar preparados. El taller se convirtió en una tradición del barrio y por cada lluviosa tarde, todos estaban listos para enfrentar lo que viniera juntos, creando un lazo que apuntalaba la comunidad.

Así, Alejandro no solo aprendió sobre las inundaciones en Chile, sino que también se convirtió en un líder y en un buen amigo, demostrando que, aunque la lluvia pueda traer desafíos, siempre se puede encontrar una solución cuando trabajamos juntos.

FIN.

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