Alejandro y la Mayoría de los Mundos



En una pequeña ciudad argentina, vivía un niño llamado Alejandro Edurdo. Era un chico soñador, con una imaginación desbordante. Cada día, después de la escuela, se sentaba en su jardín, observando las nubes, y soñando con aventuras mágicas.

Un soleado día, como tantos otros, Alejandro vio una nube que parecía la puerta de un mundo mágico.

"¡Mirá eso!", exclamó, "parece una puerta hacia otro mundo".

Su amiga Clara, que siempre estaba a su lado, lo miró sorprendida.

"¿Qué estás diciendo, Alejandro?"

"¡Vamos a investigar! Tal vez haya algo genial detrás de esa nube", respondió emocionado.

Clara, aunque dudosa, decidió que la aventura era más divertida que quedarse en casa. Así que juntos, comenzaron a correr en dirección a la nube.

Mientras corrían, se encontraron con su amigo Lucas, quien estaba construyendo un castillo de arena.

"¡Lucas! ¿Vas a venir con nosotros? Encontramos una nube mágica", invitó Alejandro.

"¿Nube mágica? Eso suena increíble, pero tengo que terminar mi castillo", contestó Lucas, un poco indeciso.

"¡Pero si encontramos un mundo lleno de aventuras, podrías construir el castillo más grande del universo!", insistió Clara.

El entusiasmo de sus amigos fue contagioso y Lucas decidió dejar su castillo por un rato. Juntos, continuaron su camino, llenos de ilusión.

Al llegar a la nube, se dieron cuenta de que se trataba de una gran sombra que cubría el campo. De repente, la sombra se convirtió en una mariposa gigante que aterrizó suavemente.

"¡Hola, pequeños soñadores!", dijo la mariposa con una voz suave, "soy Marisol, la guardiana de los mundos mágicos. ¿Están listos para ser valientes y aventureros?"

Los tres niños miraron a Marisol con asombro y asintieron con la cabeza.

"¡Sí! ¿Cómo hacemos para entrar a los mundos?", preguntó Alejandro.

"Solo tienen que seguir su corazón y creer que pueden hallar lo que buscan. Cada uno de ustedes tiene una llave especial dentro", explicó Marisol mientras alzaba sus alas.

Y así, la mariposa los llevó a un lugar lleno de fantasía, donde los árboles hablaban y los ríos cantaban. Sin embargo, rápidamente se dieron cuenta de que no todo era tan fácil. La magia del lugar estaba en peligro debido a un pequeño dragón que no sabía cómo controlar su aliento de fuego.

"¡Socorro!", gritó un pájaro que volaba nervioso, "el dragón está asustando a todos".

"No podemos dejar que nadie sufra", dijo Clara decidida.

"Pero, ¿cómo lo ayudamos?", preguntó Lucas, un poco asustado.

"No se trata de luchar, sino de entenderlo. Tal vez esté triste y solo", sugirió Alejandro.

Juntos, se acercaron al dragón tembloroso, que estaba detrás de un árbol enorme. La criatura miraba al suelo, con lágrimas en sus ojos.

"No quiero asustar a nadie, pero no sé cómo controlar mi fuego", dijo el dragón con una voz temblorosa.

"¡Pobre dragón!", exclamó Clara, "¿qué tal si te enseñamos a controlar tu fuego?".

Así, los chicos y el dragón formaron un equipo. Con paciencia y mucha diversión, Alejandro, Clara y Lucas comenzaron a ayudar al dragón a manejar su fuego. Jugaban a hacer pequeñas llamas y a enfriarlas con agua, creando una gran amistad en el camino.

Después de un rato, el dragón ya no tenía miedo y podía controlar su aliento.

"¡Gracias, chicos! ¡Son los mejores amigos que cualquier dragón podría tener!", exclamó el dragón radiante.

Y así, todos juntos regresaron a la mariposa. Marisol sonrió al ver lo que habían logrado.

"No solo descubrieron un nuevo mundo, sino que también aprendieron a ayudar a los demás. Eso es lo que hace la verdadera magia", señaló la mariposa.

Los niños comprendieron que a veces las aventuras no estaban solo en los mundos lejanos, sino en los problemas cotidianos que se podían resolver con valentía y amistad.

Cuando regresaron a su hogar, Alejandro, Clara y Lucas decidieron que la verdadera aventura había sido la unión que formaron con el dragón y la comprensión que habían tenido.

"Esto fue increíble", dijo Alejandro mientras miraba las nubes nuevamente.

"¿Qué será lo próximo que encontraremos?", preguntó Clara emocionada.

"Cualquier cosa, siempre que estemos juntos", respondió Lucas con una gran sonrisa.

Y así, con nuevos sueños, amigos y un dragón que ahora podía jugar con ellos, Alejandro Edurdo sabía que la vida estaba llena de posibilidades. Ellos siempre estarían listos para sus próximas aventuras, y quien sabe, tal vez descubrieran aún más mundos mágicos por explorar.

FIN.

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