Alely y el Zombie Amistoso



Era una noche oscura de Halloween, llena de risas, dulces y un sinfín de disfraces. Las calabazas iluminaban las calles y los fantasmas de papel volaban en cada rincón. Alely, una niña de 3 años con grandes ojos curiosos y una sonrisa que iluminaba el lugar, salió de su casa vestida de mariposa.

- ¡Mamá, mirá cuántas calabazas! - dijo Alely mientras señalaba las adorables hortalizas decoradas con caras tenebrosas.

Su madre sonrió y la abrazó.

- ¡Sí, mi amor! Pero no te alejes demasiado, hay que tener cuidado esta noche.-

Alely asintió con entusiasmo y continuó su aventura por la calle, recopilando golosinas en su pequeña bolsa de tela. Sin embargo, en un rincón apartado, alejado del bullicio, algo llamó su atención. Un pequeño movimiento bajo un árbol hizo que sus ojos se abrieran de par en par.

- ¿Qué fue eso? - murmuró Alely mientras se acercaba lentamente.

Cuando llegó al árbol, se encontró con un zombie, pero no era un zombie como los de las películas. Este tenía una gran sonrisa, ojos amables y llevaba unos pantalones deshilachados, además de un sombrero que era un poco grande para su cabeza.

- ¡Hola! - dijo el zombie, levantando la mano en un saludo amistoso.

Alely, aunque un poco asustada, sintió curiosidad.

- ¿Eres un zombie de verdad? - preguntó con voz temblorosa.

- Sí, sí - dijo el zombie - Me llamo Zombito y soy un zombie amistoso. - Tenía una voz suave y acogedora. - No todos los zombies son aterradores. Algunos solo buscan amigos para jugar.

La niña se relajó un poco y se sentó en el césped.

- ¿Quieres jugar, Zombito? - preguntó Alely mientras sonreía.

- Claro, pero tengo un problema - dijo Zombito, un poco triste. - No puedo comer dulces como vos. Los zombies solo pueden comer vegetales.

Alely pensó por un momento y luego dijo:

- ¡Ya sé! Compartamos. Yo te daré algunos de mis dulces y vos me cuentas sobre tu vida como zombie.

Zombito se iluminó al escuchar la propuesta.

- ¡Eso sería genial! - dijo emocionado. - Yo te puedo contar cómo fue el día en que me convertí en zombie.

Mientras compartían golosinas en la oscuridad de la noche, Zombito empezó a relatarle historias sobre su vida anterior. Como había sido un gran jardinero que adoraba las plantas y, al convertirse en zombie, había desarrollado la habilidad de hacer que las flores crecieran más rápido. A medida que las historias se sucedían, Alely comenzó a ver a Zombito no como un monstruo, sino como un amigo especial.

- ¿Sos un buen zombie, entonces? - preguntó Alely mientras masticaba un caramelo.

- ¡Exactamente! - exclamó Zombito. - Hay que recordar que las apariencias pueden engañar. No todos los que parecen aterradores son malos.

A medida que charlaban, un grupo de niños disfrazados se acercó. Al ver a Zombito, algunos gritaron y empezaron a correr, pero Alely no tuvo miedo.

- ¡Es un buen zombie! - gritó, levantando la mano para que lo miren. - Está jugando conmigo.

Los niños, confundidos, se detuvieron y observaron.

- ¿De verdad? - preguntó uno de los chicos.

- ¡Sí! - respondió Alely. - Zombito me cuenta historias y comparte dulces.

Intrigados, los otros niños se acercaron lentamente.

Zombito se presentó nuevamente.

- ¡Hola a todos! Soy Zombito y me encanta jugar. ¡Tengo muchas historias divertidas para contarles! -

Los niños, poco a poco, empezaron a acercarse y a sentarse alrededor de Zombito. Alely, realizada, sonrió al ver cómo todos comenzaban a jugar juntos.

- ¿Ves? - le dijo Zombito a Alely mientras compartían carcajadas. - La amistad puede florecer en los lugares más inesperados.

Y así, en aquella mágica noche de Halloween, un grupo de niños y un zombie amistoso se convirtieron en grandes amigos, aprendiendo que a veces, lo que parece aterrador es solo una oportunidad para descubrir algo maravilloso.

Desde entonces, los niños de la vecindad nunca volvieron a temerle a los zombies. Y siempre recordarán aquella especial noche en que Alely les enseñó que la verdadera amistad no tiene forma, ni color, ni apariencia.

Y así como las flores en el jardín de Zombito, sus corazones florecieron en amistad, iluminando la noche más oscura de Halloween.

- ¡Bravo! - gritaron todos al final de la aventura cuando se despidieron.

- ¡Hasta la próxima Halloween! - dijeron al unísono, mientras se alejaban con nuevos amigos y una gran historia que contar.

FIN.

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