Alex, el niño que se perdió en el bosque
Era una hermosa mañana de primavera cuando Alex decidió aventurarse solo en el bosque que había detrás de su casa. Había oído historias de criaturas mágicas y rincones secretos, y su curiosidad era más grande que su miedo.
- ¡Voy a encontrar un tesoro escondido! - gritó emocionado.
Con su mochila llena de golosinas y un mapa que había dibujado él mismo, se adentró en el bosque. Al principio, todo parecía perfecto; el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles creaban una melodía encantadora.
Después de caminar un rato, Alex vio algo brillante entre los arbustos. Se acercó rápidamente y, para su sorpresa, encontró un pequeño espejo muy antiguo.
- ¡Guau! - exclamó, contemplando su reflejo. - ¡Es un tesoro mágico!
De repente, se oyó un ruido detrás de él. Era un pequeño conejo blanco que parecía estar muy preocupado.
- ¿Por qué estás tan apurado, pequeño conejo? - le preguntó Alex.
- ¡Me he perdido! - dijo el conejo, su voz temblando. - No sé cómo regresar a casa.
Alex, sintiendo empatía por el conejo, decidió ayudarlo. Juntos comenzaron a explorar el bosque, pero pronto se dieron cuenta de que habían ido tan lejos que no sabían cómo regresar.
- Oh, no, ¿qué vamos a hacer? - se lamentó Alex. - Estoy perdido.
- Tranquilo, Alex. Solo necesitamos recordar por dónde vinimos. - sugirió el conejo.
Alex trató de recordar el camino, pero todo le parecía igual. Se sentaron bajo un árbol gigante y miraron a su alrededor, sintiéndose un poco tristes.
- Tal vez si miramos el mapa, podamos encontrar alguna pista. - propuso Alex, sacando su dibujo.
Mientras miraban el mapa, un búho muy sabio se acercó a ellos.
- Hola, pequeños aventureros. ¿Qué les ocurre? - preguntó el búho con su voz grave.
- ¡Estamos perdidos! - respondió el conejo. - Y Alex también se ha perdido.
- No hay razón para asustarse. ¡Siempre hay una salida! - dijo el búho. - ¿Han pensado en seguir el río? Siempre lleva a casa.
- ¡Es una excelente idea! - dijo Alex, sintiéndose un poco más animado. - ¡Vamos, conejo!
Los dos nuevos amigos se dirigieron hacia el río. El sonido del agua fluyendo era reconfortante y alejaba sus miedos. Mientras caminaban, Alex empezó a notar cosas que antes no había visto: flores de colores, mariposas danzantes y los colores del arco iris reflejados en el agua.
- ¡Mira eso! - dijo Alex, señalando a una reflexión en el agua. - ¡Es como un lienzo mágico!
Ambos se detuvieron a apreciar el paisaje, y el conejo sonrió mientras disfrutaban de la belleza que los rodeaba.
- ¡Gracias por ayudarme, Alex! - dijo el conejo. - Nunca hubiera encontrado el camino sin ti.
- Y yo aprendí a disfrutar del viaje, no solo de buscar el tesoro. - respondió Alex, sintiéndose feliz.
Finalmente, llegaron a un claro donde el río se encontraba con el camino. Inmediatamente, Alex reconoció el lugar y supo que estaban cerca de su casa.
- ¡Mira, ahí está la salida! - gritó con alegría, mientras corría.
El conejo lo siguió de cerca, y antes de que se dieran cuenta, estaban de regreso en el bosque donde todo había comenzado.
- ¡Lo logramos! - exclamó Alex, abrazando al conejo. - Hicimos un gran equipo.
El conejo sonrió y dijo:
- Sí, y ahora tengo que volver a mi casa. Pero siempre serás mi amigo, Alex.
Los dos se despidieron, y Alex prometió visitar al conejo en el bosque de vez en cuando. Al regresar a su casa, comprendió que había encontrado un tesoro muy valioso; no era el espejo, ni el oro, sino una nueva amistad y un espíritu aventurero.
Desde entonces, cada vez que se sentía perdido, ya sea en la vida o en el bosque, recordaba seguir su propio río y disfrutar del viaje, sabiendo que siempre hay algo hermoso por descubrir.
FIN.