Alex y las Ardillas Sabias


Había una vez un niño llamado Alex, a quien le encantaba explorar el bosque cerca de su casa.

Un día, mientras jugaba y seguía rastros de animales, se adentró cada vez más en el bosque hasta que se dio cuenta de que se había perdido. - ¡Oh no! ¿Dónde estoy? -exclamó Alex, mirando a su alrededor con ojos asustados. El sol comenzaba a ponerse y los sonidos del bosque empezaban a cambiar.

Los pájaros cantaban menos y los grillos comenzaban a hacerse escuchar. Alex sabía que tenía que mantener la calma para encontrar el camino de regreso a casa. Decidió recordar lo que su abuelo le había enseñado sobre cómo orientarse en la naturaleza.

Miró hacia el sol y recordó que siempre salía por el este y se ponía por el oeste. Así que decidió caminar en dirección contraria al sol para encontrar su camino de regreso a casa.

Después de caminar un rato, Alex llegó a un arroyo y recordó haberlo visto antes cuando iba al bosque con sus padres. Siguiendo el curso del arroyo, pensó que lo llevaría de vuelta a una zona familiar.

Pero pronto se dio cuenta de que estaba tan perdido que ya no reconocía nada a su alrededor. - ¿Qué hago ahora? -se preguntaba Alex, sintiendo cómo la desesperación crecía en su pecho. Justo cuando estaba por rendirse, escuchó un ruido extraño detrás de unos arbustos cercanos.

Se acercó con cautela y descubrió un grupo de ardillas parlanchinas reunidas alrededor de algo brillante en el suelo. - ¡Hola! ¿Qué están haciendo ustedes aquí? -preguntó Alex con curiosidad.

Las ardillas lo miraron sorprendidas pero luego una de ellas habló:- Estamos buscando nueces para guardarlas antes del invierno. ¿Estás perdido? Alex asintió con la cabeza y les contó cómo había llegado allí sin darse cuenta.

Las ardillas intercambiaron miradas cómplices antes de decirle:- Nosotras te ayudaremos a volver a casa si nos ayudas con algo primero. Alex aceptó encantado e inmediatamente las ayudó recolectando nueces junto con ellas.

Después de un rato, las ardillas guiaron a Alex fuera del bosque hasta llegar cerca de su hogar. - ¡Muchas gracias por ayudarme! No sé qué hubiera hecho sin ustedes -dijo emocionado Alex despidiéndose de sus nuevas amigas peludas.

Al entrar corriendo en su casa, fue recibido por sus padres preocupados quienes lo abrazaron fuertemente al verlo sano y salvo.

Desde ese día, Alex aprendió la importancia de prestar atención a su entorno mientras exploraba y siempre recordaría la valiosa lección aprendida: nunca subestimar la ayuda inesperada incluso venga en forma peluda como las simpáticas ardillas del bosque.

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