Alexia y la Montaña de los Sueños
Había una vez en un reino muy lejano, una princesa llamada Alexia. Alexia no era una princesa común, ya que desde pequeña había demostrado ser muy valiente y aventurera. Mientras las otras princesas aprendían a tejer y cantar, Alexia prefería explorar los bosques, escalar árboles altos y montar su caballo, Relámpago.
Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó un sonido extraño. Era un sonido triste que provenía de la Montaña de los Sueños, un lugar que todos en el reino decían que estaba encantado. Sin pensarlo dos veces, Alexia decidió averiguar qué ocurría.
"¿Quién está ahí?" - preguntó Alexia, acercándose a la montaña.
Para su sorpresa, encontró a un dragón de escamas brillantes, con ojos llenos de tristeza.
"Hola, soy Draco" - dijo el dragón con voz temblorosa. "Soy el guardián de esta montaña, pero he perdido mi magia y no puedo volar más. Sin mi magia, esta montaña se convertirá en un lugar triste y desolado."
Alexia se sintió conmovida por la historia de Draco.
"No te preocupes, te ayudaré a recuperar tu magia" - exclamó valientemente. "¿Cómo puedo hacerlo?"
"Necesito encontrar tres cristalitos mágicos que han sido esparcidos por el bosque. Solo ellos pueden devolverme mis poderes" - explicó Draco.
Valiente y decidida, Alexia aceptó el desafío. Juntos, se adentraron en el bosque, donde enfrentaron diversos obstáculos.
Primero, se encontraron con un río caudaloso.
"No tenemos cómo cruzar!" - dijo Alexia, mirando las aguas bravas.
"Podemos construir una balsa con troncos y lianas" - propuso Draco.
Ambos trabajaron juntos y lograron cruzar el río. Al llegar a la otra orilla, encontraron el primer cristalito escondido detrás de un arbusto.
"¡Ya tenemos uno!" - gritó Alexia con alegría.
El segundo desafío llegó cuando llegaron a un claro lleno de flores mágicas.
"Cuidado, estas flores son muy bonitas, pero son muy traviesas" - advirtió Draco.
"¿Cómo podemos conseguir el segundo cristalito?" - preguntó Alexia.
"Deberás hablar con ellas y convencerlas de que te lo entreguen" - dijo Draco.
Alexia, usando su ingenio, se acercó a las flores.
"Queridas flores, sé que son muy especiales y hermosas. Pero el dragón necesita recuperar su magia para que la montaña sea feliz de nuevo. ¿Podrían ayudarlo?"
Las flores, movidas por las palabras de Alexia, decidieron regalarle el segundo cristalito.
"¡Gracias!" - exclamó Alexia, y continuaron su camino.
Finalmente, llegaron a una cueva oscura donde se encontraba el último cristalito. Pero un feroz monstruo guardaba la entrada.
"¡Nadie pasará!" - rugió el monstruo.
"¡Vamos, Alexia, debemos volver atrás!" - dijo Draco con miedo.
"No, Draco, no podemos rendirnos. Debo enfrentarme a este monstruo" - respondió la valiente princesa.
Alexia se acercó al monstruo con firmeza.
"Por favor, no quiero pelear. Solo venimos a buscar un cristalito para ayudar a nuestro amigo" - dijo con una sonrisa.
El monstruo se sorprendió ante la valentía de Alexia.
"Si tienen un buen corazón y vienen en paz, pueden pasar" - dijo el monstruo, apartándose para dejarles el camino libre.
Alexia y Draco entraron en la cueva y encontraron el último cristalito brillando en una roca.
"¡Lo encontramos!" - gritó Alexia.
Con los tres cristalitos en mano, regresaron a la Montaña de los Sueños.
"Ahora, coloca los cristalitos en mi pecho, Alexia" - dijo Draco.
Alexia obedeció y, al instante, el dragón comenzó a brillar intensamente.
"¡Gracias, valiente princesa!" - exclamó Draco mientras sus alas se iluminaban. "¡Recuperé mi magia!"
El dragón voló alrededor de la montaña, y, como por arte de magia, colores hermosos comenzaron a llenar el paisaje mientras la montaña florecía nuevamente.
"Has hecho un gran bien al reino, Alexia. No solo me has devuelto la magia, sino que has demostrado que tener valor y un buen corazón puede cambiar el mundo" - dijo Draco con gratitud.
Desde aquel día, la amistad entre Alexia y Draco se convirtió en leyenda, y el reino nunca olvidó a la valiente princesa que se atrevió a enfrentar sus miedos y ayudar a un amigo. Todos aprendieron que la valentía viene en muchas formas, y que siempre es importante ayudar a quienes lo necesitan.
Y así, Alexia siguió siendo una princesa valiente y un ejemplo a seguir para todos. Al final, el amor y la amistad siempre triunfaban.
Fin.
FIN.