Alfonsina, la bebé mágica



Era un hermoso día de primavera cuando Alfonsina llegó al mundo. Con sus grandes ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba la habitación, hizo que sus papás, Abigail y Federico, llenaran el hogar de alegría.

- ¡Mirá qué linda es! - exclamó Abigail mientras acariciaba la suave cabecita de su bebé.

- Sí, es perfecta - respondió Federico, casi sin poder contener las lágrimas de felicidad.

Los abuelos Mary y Marito llegaron corriendo, llenos de emoción.

- ¡Alfonsina! ¡Eres la alegría de nuestros corazones! - gritó Mary, abrazando a su nietita.

- Vamos a cuidarla como una reina - agregó Marito con una sonrisa de oreja a oreja.

Los tíos también no podían esperar. Santy trajo un enorme peluche de un oso y Sabri, una manta colorida que había tejido.

- Yo quiero que sea mi compañera de aventuras - dijo Santy mientras colocaba el oso junto a la cuna.

- Y yo quiero enseñarle a pintar - añadió Sabri, mostrándole a Alfonsina unas acuarelas que había traído.

Con el paso de los días, Alfonsina comenzó a crecer, convirtiéndose en una bebé juguetona y curiosa. Su risa era contagiosa y cada vez que alguien se acercaba a ella, sus ojos brillaban aún más. Sin embargo, un día, mientras jugaba en el parque con su mamá, Alfonsina notó que algo no estaba bien.

- Mamá, ¿por qué esa niña está llorando? - preguntó con su dulce vocecita.

- Creo que se ha caído y se ha raspado la rodilla, corazón - respondió Abigail, mirando a la niña en el suelo.

Alfonsina, instintivamente, se acercó a la niña, que se llamaba Lila.

- Hola, ¿puedo ayudarte? - dijo Alfonsina, extendiendo su manita.

Lila miró a la bebé, con sus ojos llenos de lágrimas, y asintió.

- Sí, me duele - respondió con un susurro.

Alfonsina sonrió, sacó su pañuelo de su mameluco y lo usó para limpiar las lágrimas de Lila.

- No te preocupes, todo estará bien - dijo, y le dio un abrazo suave.

De repente, algo mágico ocurrió: una luz brillante brotó de la mano de Alfonsina y cubrió a Lila. En un instante, la niña dejó de llorar y sonrió.

- ¡Guau! ¿Qué fue eso? - exclamó Lila, mirando a su nueva amiga.

- No lo sé, pero me siento muy feliz cuando ayudo a otros - contestó Alfonsina, que también se asombró por lo sucedido.

Desde ese día, Alfonsina se convirtió en una pequeña heroína del parque, ayudando a otros niños cuando estaban tristes o se lastimaban. Cada vez que lo hacía, algo especial ocurría: los colores del arcoíris parecían brillar un poco más, y la risa regresaba a quienes la rodeaban.

- ¡Alfonsina, sos mágica! - le decía Santy mientras la veía jugar con los demás niños.

- No soy mágica, solo me gusta ayudar - respondía la niña, que nunca dejaba de sonreír.

Alfonsina aprendió que ayudar a otros era una forma de hacer que el mundo fuera un lugar mejor. Con el tiempo, más y más niños comenzaron a unirse a ella, formando un club de amigos que también querían hacer cosas buenas.

- ¡Podemos crear una semana de la alegría! - propuso Sabri un día, inspirada por los actos de bondad de su sobrina.

- ¡Sí! - gritaron todos entusiasmados.

Así, un día a la semana, se reunían para hacer buenas acciones en su barrio, desde recoger basura en el parque hasta llevar comida a quienes lo necesitaban. Alfonsina y sus amigos se dieron cuenta de que cuando se ayudaban entre sí, también hacían felices a los demás.

Con el paso de los años, el espíritu de generosidad y amistad que Alfonsina infundió en su grupo se fue extendiendo, haciendo del mundo un lugar más luminoso y feliz. Todos los que la conocían aprendieron de su ejemplo y comprendieron que incluso los gestos más pequeños pueden marcar una gran diferencia.

- ¡Gracias, Alfonsina! - le decía Lila, ahora una gran amiga, mientras juntas disfrutaban de una tarde en el parque.

- No, gracias a vos por ser parte de esto - contestaba Alfonsina con su enorme sonrisa.

Así, Alfonsina, la bebé más buena y linda, no solo trajo alegría a su familia, sino que también creó una comunidad maravillosamente unida y llena de amor.

FIN.

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