Alfonso y la Aventura del Bosque Encantado



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Amistosa, un nene llamado Alfonso. Alfonso era un nene muy valiente, conocido por sus amigos y su familia. Siempre estaba listo para ayudar y nunca se echaba atrás ante una aventura. Su mamá, su papá y su hermana, Delfina, siempre lo alentaban a ser valiente y a enfrentar cualquier miedo con sonrisas.

Una tarde, mientras jugaba en el patio con sus amigos, escuchó un rumor sobre un misterioso bosque cercano que, según decían, estaba encantado. "¿Qué hay en ese bosque?"- preguntó Alfonso. "Se dice que hay un dragón que cuida un tesoro", respondió Lucia, su mejor amiga. "¡Yo quiero verlo!", exclamó Alfonso entusiasmado, mientras su hermana Delfina se reía y decía: "¡Cuidado, Alfonso! Podés encontrar más de lo que esperás."

Con sus amigos a su lado, Alfonso decidió que al día siguiente irían juntos al bosque. "Llevemos linternas y algo de comer, por si la aventura se extiende un poco más", sugirió Andrés, otro de sus amigos. Todos estuvieron de acuerdo y al amanecer se encontraron en la entrada del bosque.

El bosque era denso y lleno de sonidos misteriosos. "¡No hay nada que temer!", decía Alfonso mientras caminaban entre los árboles. Sin embargo, tras algunas horas de caminata, comenzaron a escuchar ruidos raros.

"¿Qué fue eso?", preguntó Lucia, con un poco de miedo en su voz. Alfonso puso su mano en su pecho, sintiendo cómo latiendo rápidamente. "No pasa nada, somos un equipo, juntos podemos enfrentar cualquier cosa", les dijo con valentía, aunque él también sentía un pequeño escalofrío.

De repente, el grupo se encontró frente a un gran claro. En el centro había una gran piedra en la que parecía que alguien había tallado un antiguo símbolo. "¿Y si el dragón se esconde detrás de esa piedra?", preguntó Delfina, asomando su cabeza. Todos miraron con curiosidad y temor. "¡Vamos a ver!"- dijo Alfonso, mientras adelantaba un paso.

Al acercarse, los árboles comenzaron a moverse. "¡Esperen!", gritó Alfonso. Justo en ese momento, apareció un pequeño dragón de colores brillantes, pero no era feroz, más bien parecía asustado. "¿Quiénes son ustedes?", preguntó el dragón con voz temblorosa.

"¡Hola! Somos amigos!", contestó Alfonso, se dio cuenta de que el dragón parecía más triste que aterrador. "¿Por qué lloras?", le preguntó.

"He perdido mi tesoro y no puedo volver a casa. Nadie quiere ayudarme y estoy muy solo", dijo el dragón.

Alfonso, conociendo el valor de la amistad y la empatía, dijo: "Podemos ayudarte a buscarlo. No tienes que estar solo, somos un equipo!"

El dragón alzó su mirada, esperanzado. "¿De verdad harían eso por mí?"

Así comenzó una nueva aventura. Juntos, el grupo y el dragón buscaron por todo el bosque. Pasaron por encima de río, escalaron montañas y encontraron pistas. Mientras más buscaban, más hacían lazos de amistad. En un momento, el dragón les contó que su tesoro estaba lleno de recuerdos felices de su familia, y que sin esos recuerdos, se sentía muy triste.

Finalmente, descubrieron un brillante cofre escondido en un tronco hueco. Cuando lo abrieron, encontraron dibujos y cartas hechas por sus seres queridos, que el dragón guardaba con cariño.

"¡Lo encontré!", gritó el dragón lleno de alegría. Todos los amigos aplaudieron. "Gracias, valientes amigos. No solo me ayudaron a encontrar mi tesoro, sino que me recordaron el valor de la amistad y la importancia de no rendirse", dijo el dragón agradecido.

Desde aquel día, el dragón y Alfonso se hicieron grandes amigos y el bosque dejó de ser un lugar de miedo para convertirse en un lugar de aventuras. Alfonso aprendió que ser valiente no es solo enfrentarse a lo desconocido, sino también ayudar a quienes lo necesitan.

Y así, en Villa Amistosa, Alfonso siempre recordaba su gran aventura en el bosque encantado, no solo porque había encontrado un tesoro, sino porque había reforzado el vínculo de amistad y valentía que llevaba en su corazón. Y cada vez que se sentía asustado, solo cerraba los ojos y pensaba en el dragón, en su familia y en sus amigos.

Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!