Alicia en el país de las maravillas porteño



Había una vez en un hermoso jardín de Buenos Aires, una niña llamada Alicia que se encontraba aburrida de su rutina diaria.

Un día, mientras paseaba por el parque, vio a un conejo blanco con un reloj de bolsillo corriendo apresuradamente hacia un agujero en el suelo. Curiosa como era, Alicia decidió seguir al conejo y se adentró en el agujero sin dudarlo.

Al caer por el agujero, Alicia comenzó a caer y caer sin fin hasta que finalmente aterrizó en un lugar mágico y extraño: ¡el país de las maravillas! Allí se encontró con personajes muy peculiares como el Sombrerero Loco, la Reina de Corazones y el Gato Sonriente.

Alicia estaba fascinada con todo lo que veía a su alrededor, pero también se sentía confundida y perdida. No sabía cómo volver a casa y comenzaba a preocuparse. Fue entonces cuando encontró al Conejo Blanco nuevamente.

"¿Puedes ayudarme a volver a mi casa?", preguntó Alicia con voz temblorosa.

El Conejo Blanco le explicó que para regresar a casa debía superar tres desafíos en el país de las maravillas: encontrar la llave dorada perdida, descifrar el acertijo del Gato Sonriente y convencer a la Reina de Corazones de que le permitiera salir del país. Decidida a regresar a casa, Alicia aceptó el desafío y se dispuso a buscar la llave dorada.

En su búsqueda, tuvo que enfrentarse a pruebas difíciles donde aprendió valiosas lecciones sobre perseverancia, amistad y coraje. Finalmente logró encontrar la llave dorada escondida en medio del laberinto de rosas rojas. Con la llave en mano, se dirigió hacia donde estaba el Gato Sonriente para resolver su acertijo.

"¿Cuál es la clave para abrir todas las puertas?", preguntó misteriosamente el gato. Alicia reflexionó por un momento y respondió: "La imaginación".

El Gato Sonriente asintió satisfecho y le indicó cuál era la siguiente prueba antes de poder ver a la Reina de Corazones. La última tarea consistía en convencer a la temperamental Reina de Corazones para obtener su permiso de salida del país de las maravillas.

Con astucia e ingenio, Alicia logró demostrarle a la Reina que no representaba ninguna amenaza y que solo deseaba regresar junto a su familia en Buenos Aires. La Reina concedió finalmente su permiso y así Alicia pudo cruzar una puerta especial que la llevó directamente de vuelta al jardín donde todo comenzó.

La niña despertó bajo un árbol con una sonrisa en los labios recordando cada aventura vivida en ese mundo fantástico.

Desde ese día, Alicia nunca olvidaría las lecciones aprendidas en el país de las maravillas: siempre mantenerse curiosa ante lo desconocido, ser valiente frente a los desafíos y nunca perder la esperanza incluso en los momentos más difíciles.

FIN.

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