Alicia y el Jardín de los Talentos
Había una vez, en un pintoresco barrio de Buenos Aires, una niña llamada Alicia. Alicia era muy inteligente, pero siempre se sentía insegura de sí misma. Había días en los que miraba por la ventana y veía a sus compañeros jugando, riendo y demostrando sus habilidades. Sin embargo, ella se sentía como un pez fuera del agua, incapaz de brillar.
Alicia pasaba sus días en la escuela, donde era muy buena en matemáticas y ciencias. La maestra, la señora Elena, siempre la elogiaba por sus respuestas brillantes, pero ella apenas podía sonreír.
"Alicia, tenés un don para las matemáticas. Deberías participar en la competencia de matemáticas del barrio"] - le decía la señora Elena.
Pero Alicia sólo respondía con un tímido "No creo que pueda. No soy tan buena como los demás."
Un día, mientras regresaba a casa, encontró un pequeño cartel pegado en un árbol: "¡El Jardín de los Talentos está buscando nuevos participantes!" La curiosidad de Alicia se despertó, pero la inseguridad volvió a invadirla.
"¿Qué talentos podría tener yo? Ni siquiera me animo a hablar en público..." - pensó.
Sin embargo, decidió ir al jardín. Al llegar, se encontró con un lugar mágico. Plantas de colores vibrantes y arbustos tallados en formas asombrosas. En medio del jardín, había un grupo de niños que estaban mostrando sus habilidades: algunos cantaban, otros hacían malabares, y algunos pintaban cuadros hermosos. Una pequeña niña que pintaba se dio cuenta de que Alicia observaba desde una esquina.
"¡Hola! Soy Sofía. ¿Por qué no participás?" - le preguntó con una sonrisa.
Alicia se encogió de hombros.
"No tengo nada especial que mostrar..." - contestó timidamente.
Sofía sonrió y dijo:
"Todos tenemos algo especial dentro. A veces solo tenemos que buscarlo. ¡Ven! Vamos a explorarlo juntas!"
Sofía llevó a Alicia a un rincón del jardín donde había una gran pizarra. Cada niño estaba dibujando su talento en la pizarra. Alicia tomó un trozo de tiza y, al sentirla en su mano, recordó cómo en casa le gustaba resolver problemas de matemáticas y hacer experimentos sencilla, hasta había creado pequeñas manualidades con materiales reciclados.
"¡Puedo hacer una demostración de matemáticas y ciencia!" - dijo, sintiéndose un poco más segura.
Sofía aplaudió emocionada.
"¡Eso es! Vamos a prepararlo juntas para que todos puedan ver lo talentosa que sos!"
Alicia empezó a trabajar en su demostración. A medida que pasaban los días, fue descubriendo muchos otros talentos. Se dio cuenta de que también sabía contar historias fascinantes, y su habilidad para resolver acertijos dejó a sus amigos impresionados.
El día de la presentación llegó. Alicia estaba nerviosa, y su corazón latía rápido.
"¿Y si no les gusta?" - se preguntó.
Pero Sofía la tranquilizó.
"Sólo sé vos misma. ¡Seguro que los vas a sorprender!" - dijo con confianza.
Finalmente, cuando fue su turno, Alicia respiró hondo y subió al escenario. Al principio, su voz temblaba, pero a medida que avanzaba en su presentación, comenzó a sentirse más cómoda. Habló con pasión sobre cómo la matemática es como un juego y cómo los experimentos pueden ser emocionantes.
"Las matemáticas no son solo números, ¡son aventuras!" - proclamó con una sonrisa.
Los niños la escuchaban fascinados, algunos incluso hicieron preguntas, y Alicia disfrutó de cada momento. Al finalizar, todos la aplaudieron.
"¡Alicia, sos increíble!" - gritó un niño mientras Sofía sonreía orgullosa.
Esa noche, en su casa, Alicia se miró al espejo y por primera vez vio algo diferente en su reflejo. No solo era una niña insegura, sino una niña llena de talentos, con mucho más por descubrir.
"Quizás me anime a probar otras cosas, como cantar o bailar, aunque no sea perfecta en eso." - se dijo a sí misma.
El Jardín de los Talentos no solo le había enseñado a Alicia sobre sus capacidades, sino también sobre la amistad y la importancia de creer en uno mismo. A partir de ese día, cada vez que la inseguridad la asediaba, recordaba el jardín mágico y cómo había descubierto sus talentos.
Alicia siguió explorando sus habilidades y disfrutó cada paso del camino, dándose cuenta de que, en lugar de compararse con los demás, lo más importante era encontrar su propia voz y disfrutar de cada nueva aventura.
FIN.