Alicia y el Misterio del Jardín Encantado
Era un día soleado en la pequeña casita de Alicia, una niña de 10 años con cabellos castaños brillantes y ojos negros como el azabache. Ella vivía en un tranquilo pueblo rodeado de colinas verdes y un cielo azul claro. Su fiel compañerito era un perro llamado Max, un golden retriever de pelaje dorado que siempre estaba a su lado.
Una tarde, mientras exploraban el jardín de su casa, Alicia se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. El jardín solía estar lleno de flores coloridas, pero en ese momento, sólo había un par de margaritas marchitas en el suelo.
"Max, ¿te das cuenta de que nuestras flores están tristes?", preguntó Alicia.
"¡Guau!", respondió Max, moviendo su cola con entusiasmo. No sabía exactamente de qué estaba hablando, pero le gustaba que su dueña hablara con él.
Alicia decidió investigar qué le pasaba a su jardín. Ella recordaba que su abuela le había contado historias sobre un antiguo jardín encantado que había estado escondido detrás de su casa. Decidió que era hora de buscarlo.
"Vamos a buscar el jardín encantado, Max. ¡Tal vez allí podamos encontrar la alegría de nuestras flores!", exclamó.
Juntos, comenzaron su aventura. Corrieron alrededor de la casita, buscando cada rincón. Tras horas de búsqueda, Alicia tropezó con un arbusto espeso. Con curiosidad, lo apartó y, de repente, un brillo azul empezó a iluminar el camino.
"Mira, Max, ¡hay algo ahí!", dijo emocionada.
Siguiendo la luz, llegaron a un hermoso jardín, donde las flores resplandecían en colores vibrantes y cantaban al son del viento. Alicia no podía creer lo que estaba viendo.
"Esto es increíble, Max. ¡Es el jardín encantado!", gritó, corriendo de flor en flor.
Pero de pronto, algo raro sucedió. Las flores comenzaron a marchitarse nuevamente y la luz se fue desvaneciendo.
"¡No, no! ¿Por qué está sucediendo esto?", preguntó Alicia, angustiada.
Un pequeño hada apareció de entre las flores. Ella tenía alas de color arcoíris y una voz dulce como la miel.
"Hola, querida. Soy Lila, el hada del jardín. Este lugar es mágico, pero hemos perdido la alegría porque los niños han olvidado cuidarlo", explicó.
Alicia, llena de determinación, respondió:
"¿Cómo podemos ayudar? Quiero que nuestro jardín vuelva a ser feliz."
"Necesitamos que los niños regresen a jugar y cuidar las flores. También deben aprender a compartir la alegría de la naturaleza. ¿Puedes ayudarte a invitar a tus amigos?", sugirió Lila.
Alicia asintió con firmeza. De vuelta en su casita, decidió organizar una gran fiesta en el jardín encantado. Con su imaginación, planeó juegos, música y por supuesto, deliciosos bocadillos para sus amigos.
El día de la fiesta, llegaron muchos niños. Alicia los llevó al jardín encantado y todos se sorprendieron al verlo tan luminoso y vivo.
"¡Es mágico!", exclamó uno de sus amigos.
Lila apareció entre las flores, y cuando los niños comenzaron a jugar, con risas y bailes, el jardín comenzó a brillar de nuevo. Las flores florecieron como nunca, y el aire se llenó de fragancia y color.
"¡Lo logramos!", gritó Alicia llenándose de felicidad.
A partir de ese día, Alicia y sus amigos visitaban el jardín encantado regularmente. Aprendieron a cuidar de las flores, a plantar nuevas semillas y a respetar la naturaleza.
"¿Sabés, Max? No sólo nuestro jardín ahora es feliz, ¡también nosotros!", dijo Alicia mientras acariciaba a su perro.
"¡Guau, guau!", contestó Max, con una sonrisa canina.
Y así, gracias al espíritu de colaboración y a la conexión con la naturaleza, el jardín encantado siguió siendo un lugar mágico, lleno de risas y alegría, donde todos aprendieron a cuidar lo que amaban.
FIN.