Alicia y el Poder de la Concentración



Había una vez una niña llamada Alicia que vivía en un pequeño pueblo. A Alicia le encantaban los juegos en su celular; pasaba horas disfrutando de ellos. Sin embargo, cada vez que llegaba el momento de hacer su tarea escolar, un gran cansancio la invadía.

Una tarde, después de un día divertido en el parque con sus amigos, Alicia llegó a casa y se sentó en el sofá. Sacó su celular y comenzó a jugar. Pasaron los minutos y luego las horas, así que cuando su mamá le dijo:

"Alicia, ya es hora de hacer la tarea, querida."

Ella respondió con un suspiro:

"Pero mamá, estoy muy cansada. ¡Solo quiero jugar un ratito más!"

Como era habitual, a Alicia le costaba mucho concentrarse. Su tarea la aburría, y el juego en el celular se sentía mucho más emocionante. Así pasaron varios días. Pero una tarde, mientras estaba concentrada en un nuevo nivel de su juego favorito, su abuela la sorprendió:

"Alicia, cariño, ¿no deberías estar haciendo tu tarea?"

Alicia se dio vuelta, molesta, y le dijo:

"¡Abuela, estoy muy cansada! Además, ¿por qué la tarea es tan importante?"

Su abuela, que siempre sabía cómo compartir su sabiduría, sonrió y le dijo:

"Escuchame, Alicia. ¿Alguna vez has intentado hacer un dibujo? Cuando comienzas, no siempre sabes qué pintar, pero a medida que trabajas, la idea se va formando, y te llenas de energía, ¿verdad?"

Alicia asintió, recordando aquellos momentos creativos, cuando pasaba largas horas con lápices de colores.

"Sí, abuela, pero la tarea es diferente, es aburrida."

Su abuela se sentó a su lado.

"Tu tarea es como ese dibujo. Si le das un poco de tu tiempo, sin distracciones, vas a ver que puedes hacer algo increíble. Además, si te enfocas, vas a tener tiempo suficiente para jugar después. ¿Qué te parece?"

Alicia pensó un momento y decidió intentarlo. Se levantó del sofá y se sentó a la mesa, abriendo su cuaderno.

"Está bien, abuela. Voy a intentarlo. Pero si no me divierto, ¡me vuelvo al celular!"

La abuela rió suavemente.

"Trato hecho. Te espero para ver tu progreso."

Alicia empezó a hacer su tarea. Al principio, era difícil concentrarse, pero se acordó de los dibujos y de la alegría que le daba ver todo terminado. Piano a piano, comenzó a despejar la hoja. Con cada ejercicio completado, se sentía un poco más interesada.

Más tarde, cuando terminó sus tareas, estaba tan emocionada que se fue corriendo hacia su abuela.

"¡Abuela, terminé! Y fue más divertido de lo que pensé. ¡Mirá! Lo hice bien, ¿no?"

La abuela, que estaba preparando una merienda, giró con una gran sonrisa.

"¡Claro que sí, mi amor! Lo hiciste muy bien. Ahora, ¿qué te gustaría hacer?"

Alicia pensó un momento y, feliz por su progreso, dijo:

"¡Ahora puedo jugar un rato! Pero prometo que todos los días haré mis tareas primero. Así puedo disfrutar más de mis juegos después. ¡Es un trato!"

Ambas se rieron y celebraron el nuevo compromiso de Alicia. Desde entonces, Alicia no solo pudo terminar su tarea, sino que también se dio cuenta de que la concentración tenía su propio poder para hacer que lo que pareciera aburrido se volviera emocionante.

Y así, cada día, Alicia descubría algo nuevo, no solo en la escuela, sino también dentro de ella misma. ¡Y todo gracias a un simple consejo de su abuela!

FIN.

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