Alicia y la Revolución de los Colores
Era un día soleado cuando Alicia, una curiosa niña, cayó por una madriguera en el jardín de su casa. Al llegar al fondo, en lugar del país de las maravillas que conocía, se encontró en un lugar muy distinto: un reino desgastado por la lucha y la división. Este sitio estaba habitado por un grupo de personajes valientes pero desorientados.
Se acercó a una plaza donde vio a Robespierre, un conejo sabio con un sombrero tricolor y un gran deseo de libertad.
"¡Alicia! ¡Bienvenida! Necesitamos tu ayuda. La Reina Roja ha tomado control de nuestro reino con su puño de hierro y hasta el color rojo se ha vuelto triste y oscuro."
Alicia se preocupó, pero no podía dejar de lado su espíritu aventurero.
"¿Cómo puedo ayudarles?", preguntó.
"Debemos devolverle al reino los colores y la alegría. La Reina Roja ha creado un ambiente de miedo. Necesitamos unir a todos, pero cada uno tiene miedo de hacer lo que es correcto", le explicó Robespierre.
Decidida a ayudar, Alicia se dirigió a buscar aliados. Primero, encontró a la Liebre de Marzo, que servía té a los habitantes tristes.
"¿Por qué están tan tristes?", preguntó Alicia.
"La Reina Roja confiscó todos los colores y los escondió en su castillo", respondió la Liebre.
Alicia recordó haber visto varios colores en su viaje y decidió que podría ser la clave para la recuperación de la alegría. Organizó una reunión donde los personajes del reino pudieran expresar sus temores y sus deseos de volver a ser felices.
Asistieron todos: el Sombrerero Loco, el Gato de Cheshire, y muchas criaturas que habían olvidado cómo reír.
"¡Tenemos que ser valientes y enfrentarnos a la Reina Roja!", exclamó Alicia. La sala retumbó con murmullos de miedo.
"Pero es peligrosa", dijo el Gato de Cheshire, dejando escapar una sonrisa triste.
Alicia sintió un impulso dentro de ella. "Si todos estamos juntos, podemos devolver el color al reino. La Reina Roja puede parecer fuerte, ¡pero juntos somos más fuertes!"
Convencidos por el fervor de Alicia, comenzaron a planear una visita al castillo de la Reina Roja. Con sus corazones latiendo rápido, se adentraron en el bosque que llevaba al castillo. No todo fue sencillo; en el camino, varios obstáculos les hicieron dudar.
En un momento de desesperación, se encontraron con un muro alto y gris.
"¿Qué hacemos?", preguntó la Liebre de Marzo con voz temblorosa.
"Podemos intentar pintar el muro de colores", sugirió el Sombrerero Loco.
Y así, usaron su creatividad y sus nuevas habilidades para llenarlo de colores vibrantes. Poco a poco, el muro gris comenzó a cobrar vida, sorprendiendo a todos. Con cada trazo, la confianza de los amigos se fortalecía.
Finalmente, llegaron al castillo de la Reina Roja. Cuando el grupo entró, la Reina estaba en su trono, rodeada de sombras.
"¿Qué hacen aquí? ¡No tienen permiso para entrar!", rugió la Reina con voz autoritaria.
"Venimos a reclamar nuestro derecho a ser felices!", dijo Alicia con firmeza.
"¡Pero yo soy la reina!", contrarrestó la Reina Roja, tratando de asustarlos.
"Tal vez puedas ser una reina diferente", dijo la Liebre. "Puedes ayudarnos a recuperar el color y la felicidad en vez de prohíbirla."
Después de un momento de silencio inquietante, la Reina Roja se dio cuenta de que, a pesar de su poder, algo en su corazón anhelaba más que el control.
"Nunca pensé que valiera la pena cambiar", dijo, esta vez con menos seguridad.
"Si cambiás y compartís la alegría, el reino también cambiará", contestó Alicia, atitude inspiradora.
Un brillo de esperanza cruzó el rostro de la Reina. Las sombras comenzaron a disiparse y de repente, colores vivos brotaron de entre las paredes del castillo. Las risas y la música comenzaron a llenar el aire una vez más.
Al final, todos celebraron juntos. El reino se había transformado en un lugar lleno de luz y color. La Reina Roja, ahora con una sonrisa, prometió trabajar junto a todos.
"El poder es mucho más fuerte cuando se usa para unir", reflexionó Robespierre.
Alicia había aprendido que un cambio verdadero comienza en el corazón de cada uno. Cuando regresó a casa por la madriguera, sintió que la aventura no solo había cambiado el reino, sino también a ella misma.
FIN.