Alicia y su jardín mágico



Había una vez en un pequeño pueblo, una viejita llamada Alicia. Tenía el pelo canoso y siempre llevaba un sombrero de paja muy colorido. A pesar de su avanzada edad, su espíritu era tan joven como una mariposa. Su pasatiempo favorito era cuidar su jardín, donde florecían las más hermosas plantas y flores.

Un día, mientras regaba sus flores, vio algo inusual en el fondo de su jardín. Al acercarse, encontró una pequeña puerta escondida entre los arbustos. Intrigada, dijo:

"¿Qué será esto? Nunca lo había visto antes..."

Con un suave empujón, la puerta se abrió y apareció un pequeño duende llamado Max. Tenía una sonrisa traviesa y ojos chispeantes.

"¡Hola, Alicia! Soy Max, el duende de la naturaleza. He estado observando tu jardín desde hace tiempo y quería mostrarte algo especial."

Alicia, maravillada, le preguntó:

"¿Cómo puede ser que haya un duende en mi jardín?"

"Esto es un jardín mágico, y tú, querida amiga, lo has llenado de amor y alegría. Ven, déjame enseñarte lo que podemos hacer juntos."

Max tomó la mano de Alicia y la llevó dentro del jardín mágico. Allí, las flores podían hablar, los árboles eran amigos y los animales eran parte de la familia. Alicia nunca había estado tan feliz. Pasaron horas jugando y riendo, aprendiendo juntos sobre la importancia de cuidar la naturaleza.

"¿Ves, Alicia? Cada planta tiene su propósito. Las flores nos alegran, los árboles nos dan sombra, y los animales nos enseñan a ser gentiles."

Alicia asintió, comprendiendo la importancia de su trabajo en el jardín. Sin embargo, Max le dijo:

"Pero hay otros jardines en el pueblo que necesitan ayuda. ¿Te gustaría que juntos llevemos un poco de magia a esos lugares?"

Alicia no podía creer que su jardín pudiera ayudar a otros. Con una sonrisa, respondió:

"¡Por supuesto, Max! Estoy lista para compartir la magia."

Y así, el duende y la viejita comenzaron su aventura por el pueblo. Primero visitaron el jardín de la vecina Matilda, que estaba lleno de yuyos y flores marchitas.

"¡Hola Matilda! Venimos a ayudarte."

Matilda, sorprendida, preguntó:

"¿Qué pueden hacer ustedes dos para cambiar esto?"

Alicia, confiada, le explicó:

"Vamos a limpiar tu jardín y sembrar flores nuevas. Con un poco de amor y magia, ¡verás cómo florece de nuevo!"

Max empezó a mover sus manos y, con un poco de polvo mágico, hizo que las malas hierbas desaparecieran. En poco tiempo, el jardín de Matilda estaba rebosante de colores.

"¡Oh, gracias! ¡No sé qué hubiera hecho sin ustedes!"

Alicia sonrió y respondió:

"Recuerda, Matilda: si cuidas tus plantas con amor, ellas te lo devolverán."

Siguiendo su camino, visitaron otros jardines en el pueblo, ayudando a muchos vecinos. Cada vez que arreglaban un jardín, la alegría y la amistad florecían en el corazón de cada persona.

Un día, mientras descansaban, Max le dijo:

"¡Alicia, tu bondad ha hecho maravillas! Pero hay una última sorpresa."

Llevaron a Alicia a un rincón del pueblo donde había un viejo parque olvidado, cubierto de basura y plantas secas.

"Este lugar necesita nuestra magia, ¿estás lista?"

Alicia asintió emocionada y todos los vecinos se unieron para ayudarles. Al trabajar juntos, el viejo parque comenzó a transformarse. Alicia recordó las palabras de Max:

"Verás, siempre que hay unidad y amor, la magia aparece."

Y así fue. En poco tiempo, el parque resplandeció con nuevos árboles, flores multicolores y la risa de los niños que venían a jugar. Alicia sintió una gran satisfacción al ver la felicidad de los demás.

En ese momento, Max le dijo:

"Gracias, Alicia. Has hecho más que embellecer jardines. Has sembrado amistad y unión en tu pueblo."

Alicia, con lágrimas de emoción, respondió:

"Y gracias a vos, Max, por recordarme que nunca es tarde para hacer una diferencia. La magia está en nuestras manos cuando trabajamos juntos."

Desde aquel día, Alicia y su jardín mágico se convirtieron en una leyenda en el pueblo. Todos aprendieron que cuidar la naturaleza no solo embellece el entorno, sino que también acerca a las personas. Y así, la viejita siguió sembrando amor y magia en cada rincón que tocaba, mostrando a todos que la bondad nunca tiene edad.

FIN.

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