Alimentando los Sentidos
Era un brillante día de primavera en el colegio José Hernández de Wenceslao Escalante. La feria de alimentación había llegado, y los estudiantes de segundo año estaban entusiasmados por presentar su proyecto 'Alimentando los sentidos'. Habían trabajado arduamente durante semanas, explorando diferentes alimentos y sus propiedades, y preparando muestras degustativas.
Los pasillos del colegio se llenaron de aromas deliciosos. Cada aula había sido transformada en un rincón sensorial repleto de colores y sabores.
- ¡Miren lo que preparamos! - exclamó Valentina, mientras colocaba pequeños cuencos con frutas de colores y un cartel que decía: 'Tocando los sabores'.
- ¡El mango, ¡es mi favorito! - dijo Julián, mientras probaba un trozo jugoso.
A unos metros, en otra mesa, Mateo había preparado una serie de especias para que los visitantes pudieran sentir los diferentes aromas.
- Oíste, Sophie, vení a oler... - la llamó Mateo con un guiño.
- ¡Wow, eso huele a pizza! - dijo Sophie, entusiasmada, mientras acercaba su nariz al cuenco donde había especias italianas.
Mientras los estudiantes atendían a los grupos de visitantes, un grupo de chicos mayores, en su último año, se acercó a ver qué estaba pasando.
- ¡Miren a esos chico! Siempre haciendo cosas raras - comentó uno de ellos con una sonrisa burlona.
Pero Mateo no se desanimó.
- ¡Nosotros solo estamos mostrando cómo la comida puede ser divertida! - exclamó con valentía.
Fue en ese momento que un oficial del gobierno local, un hombre robusto de voz grave, pasó cerca. Escuchó lo que dijo Mateo y se detuvo.
- ¿Divertida? - preguntó, interesado. - Cuéntame más.
Los estudiantes sonrieron y comenzaron a mostrar sus preparaciones. Valentina se levantó, con una enorme sonrisa.
- En esta mesa estamos 'Alimentando los sentidos'. Cada alimento es único y tiene su propia historia. ¡Vengan a probar!
Los visitantes comenzaron a disfrutar del colorido banquete. Mateo les daba a oler las especias, Julián ofrecía las frutas, y Sophie había preparado un rinconcito con música de frutas, donde se podía escuchar cómo sonaban al ser aplastadas.
- La comida puede ser divertida, y podemos usar nuestros sentidos para apreciar cada sabor - decía Sophie.
A medida que la tarde avanzaba, la feria comenzó a llenarse de risas y aplausos. Incluso los estudiantes de último año se unieron al entretenimiento, aunque al principio los habían menospreciado.
- Están haciendo un gran trabajo, chicos - dijo uno de los mayores, ahora más amigable. - Nunca había pensado en la comida de esta manera.
Pero los estudiantes estaban muy ocupados y no podían relajarse. Justo cuando pensaron que todo iba bien, la mesa de Valentina se sacudió y varios cuencos se cayeron, ¡esparciendo frutas por el suelo!
- ¡Oh no! - gritó Valentina, con los ojos bien abiertos.
Pero Sophie, tomando aire, tuvo una idea.
- ¡Chicos! En lugar de ponernos tristes, hagamos un juego. ¡A ver quién puede recoger la mayor cantidad de frutas en un minuto! - propuso con entusiasmo.
Los estudiantes mayores, al ver la situación, también se unieron al desafío, riéndose y ayudando en la recolección de las frutas. Todo se transformó en una gran competencia de risas.
- ¡Uno, dos, tres, ya! - gritaron todos al unísono y comenzaron a correr.
Finalmente, cuando el caos de risas y frutas cesó, el oficial del gobierno se acercó de nuevo.
- Estoy impresionado con su creatividad - dijo, sonriendo. - He visto muchas ferias, pero la suya hace que la comida sea una experiencia.
Con una palmada en el hombro, el hombre les dio una idea sorprendente.
- ¿Y si este proyecto fuera presentado en la Feria de Ciencias de la ciudad?
Los ojos de los niños brillaron de emoción.
- ¡Sí, queremos mostrarle a todos que la comida es más que comer! - proclamó Valentina.
Con el apoyo del oficial y la diversión compartida con los estudiantes mayores, el proyecto 'Alimentando los sentidos' pronto se volvió un éxito más allá de su pequeña escuela. Valentina, Mateo, Julián y Sophie aprendieron que cuando se trabaja con pasión, siempre hay un camino hacia nuevas oportunidades, uniendo a las personas a través de algo tan simple y vital como la comida.
FIN.