Alina y el Gran Encuentro Intergaláctico



En una vasta y colorida galaxia, vivía Alina, una extraterrestre curiosa y valiente con enormes ojos amarillos y un cuerpo azul lleno de destellos de luz. Siempre soñaba con conocer nuevos planetas y seres. Un día, mientras viajaba por el espacio en su nave, decidió aterrizar en un pequeño y misterioso planeta que nunca había visto antes.

Al bajar, Alina se encontró con un marciano llamado Max, que tenía una piel de color verde brillante y tres ojos que se movían en diferentes direcciones. Estaba recogiendo unos extraños frutos de un arbolito que tenía hojas en forma de estrella.

- ¡Hola! Soy Alina, vengo de la galaxia Krelxon - dijo ella emocionada.

- ¡Hola, Alina! Soy Max, el marciano. ¿De dónde traes esos colores tan bonitos? - preguntó Max, un poco sorprendido.

Alina sonrió y explicó que en su planeta todo era brillante y colorido. Max, muy interesado, le mostró sus frutos.

- Estos son los frutos de la amistad. Se comen y hacen que uno se sienta feliz y lleno de energía - dijo mientras le daba uno a Alina.

- ¡Mmm, qué rico! - exclamó Alina.

Mientras degustaban los frutos, de repente, un ruido fuerte interrumpió su momento. Al girar, vieron a un enorme dinosaurio con un sombrero gigante, sentado en una mesa que había preparado en medio de la selva. Frente a él había una torre de emparedados de todos los colores y sabores.

- ¡Hola, amigos! Yo soy Dino, el dinosaurio gourmet. ¿Quieren un emparedado? - preguntó el dinosaurio mientras mordía un emparedado de chocolate y frutilla.

- Claro que sí, Dino. Pero, ¿por qué comes emparedados? - inquirió Alina, intrigada.

- Los emparedados son mi especialidad, los hago de maneras divertidas y con ingredientes de todos lados. Y como soy un dinosaurio, ¡necesito mucha energía para seguir explorando este hermoso planeta! - respondió con una gran sonrisa.

Los tres se sentaron, comieron emparedados, disfrutaron de la variedad de sabores y comenzaron a hablar sobre sus vidas. Alina compartió historias sobre su hogar, Max habló de las travesuras de los marcianos y Dino reveló sus aventuras culinarias.

Después de un rato, se dieron cuenta de que había algo que la comunidad de Max necesitaba urgentemente. El agua de su planeta estaba contaminada y no sabían cómo purificarla. Alina, al escuchar esto, decidió que quería ayudar.

- Max, ¿y si utilizamos los frutos de la amistad para hacer una bebida que limpie el agua? Juntos podemos inventarla - propuso Alina con entusiasmo.

- ¡Sí! Pero necesitaremos la ayuda de todos en el planeta - sugirió Max.

- Yo puedo invitar a todos mis amigos dinosaurios a que colaboren - dijo Dino.

Juntos, se pusieron manos a la obra. Juntaron los ingredientes, trabajaron en el invento y lo probaron en el agua contaminada. Después de mucho esfuerzo, lograron crear una bebida mágica que purificaba el agua y además daba energía a todos los que la bebían.

La noticia se esparció rápidamente por el planeta, y todos se reunieron para celebrar con un gran festín de emparedados. Alina, Max y Dino se hicieron amigos inseparables, demostrando que, sin importar de dónde vinieran, juntos podían crear cosas increíbles.

Aunque Alina tenía que regresar a su hogar, prometió volver a visitar a sus nuevos amigos. Se despidieron con abrazos y risas, llevando en sus corazones el mensaje de que la amistad y la colaboración podían cambiar el mundo.

Y así, Alina voló otra vez hacia las estrellas, mientras Max y Dino emprendieron una nueva aventura, siempre listos para compartir sus emparedados y seguir haciendo el bien en su planeta.

FIN.

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