Aliss y la Magia de las Nuevas Experiencias
En un pequeño pueblo llamado Trujillo, vivía Aliss, una chica con una actitud un poco negativa. Siempre pensaba que sus sueños no se harían realidad. A menudo, al ver el mar desde su ventana, susurraba para sí misma:
"¿Para qué pensar en cosas hermosas? Todo siempre sale mal..."
Su mejor amiga, Edith, era justo lo contrario. Ella siempre soñaba en grande y buscaba aventuras en cada rincón. Un día, Edith se plantó frente a Aliss con un mapa en la mano y una gran sonrisa.
"¡Aliss! Este fin de semana vamos a Puerto Chicama. ¡Las olas son increíbles!"
Aliss frunció el ceño.
"No creo que sea una buena idea, Edith. ¿Para qué arriesgarse a que не me divierta? Además, ¿y si llueve?"
Edith le respondió enérgicamente:
"¡Pero nunca vas a saberlo si no lo intentás! Vení, hagamos la maleta juntos. Será una gran aventura."
A regañadientes, Aliss decidió acompañarla. Al llegar a Puerto Chicama, el mar se extendía ante ellas como un hermoso lienzo azul, y las olas danzaban al compás del viento.
"Mirá, Aliss, ¡es impresionante!" exclamó Edith.
Aliss se cruzó de brazos y dijo:
"Puede ser, pero... ¿y si hay medusas? No quiero que me piquen."
A pesar de sus temores, decidieron explorar la playa. Aliss se acercó al borde del agua y sintió la brisa marina. A cada paso, sus preocupaciones comenzaban a desvanecerse. En ese instante, vio a un grupo de niños construyendo castillos de arena.
"¡Mirá!" dijo Edith. "¡Vamos a hacer uno!"
Aliss dudó.
"Pero, ¿y si no me sale bien?"
Edith sonrió y respondió:
"No importa, lo importante es divertirnos. ¡Vamos!"
Impulsada por la energía de su amiga, Aliss empezó a construir un castillo. Cada cubo de arena era como un ladrillo de confianza, y pronto ambos castillos crecían. La risa de los niños los rodeaba, y por un momento, Aliss se sintió feliz.
Poco después, un grupo de surfistas llegó y comenzaron a mostrar trucos increíbles en el agua. Aliss los miraba maravillada, olvidándose de sus miedos.
"Aliss, ¡tenés que probarlo!" dijo Edith.
"No, claro que no. No tengo equilibrio, esto va a terminar mal..." Aliss replicó.
Pero luego vio a una niña más pequeña que ella, subiendo a una tabla de surf con una sonrisa y preguntándose si podría hacer lo mismo.
"¿Viste cómo se divierte?" insistió Edith. "¡Solo hay que intentarlo!"
Finalmente, Aliss accedió. Rodeada de amigos, tomó una lección básica de surf y, aunque no logró mantenerse mucho tiempo en pie, se divirtió enormemente al caer en la suave arena.
"¡Eso estuvo genial!" gritó, sintiendo adrenalina y emoción.
La tarde continuó con risas y juegos. Exploraron cuevas marinas y recolectaron conchas. Aliss se dio cuenta de que cada experiencia, por pequeña que fuera, traía felicidad - algo que nunca antes había considerado.
Al caer la noche, Aliss y Edith se sentaron a mirar las estrellas.
"¿Sabés qué, Edith?" comenzó Aliss. "Hoy me di cuenta de que es divertido salir de la zona de confort. Algunas cosas pueden salir mal, pero eso no significa que no valga la pena intentarlo."
Edith sonrió con orgullo.
"¡Eso es! La vida está llena de sorpresas. Cada aventura es una oportunidad para aprender y disfrutar."
A la mañana siguiente, Aliss no quería que la aventura terminara. Había descubierto la belleza de arriesgarse. Antes de regresar a casa, miró hacia el mar una última vez y decidió que volvería a Puerto Chicama, ¡y tal vez esta vez, aprendería a surfear de verdad!
De regreso en Trujillo, Aliss regresó a su habitación con una sonrisa. Aunque todavía podía ser un poco negativa, el viaje les había enseñado que los sueños sí se pueden alcanzar si te dejas llevar por las experiencias de la vida que te hacen crecer. Y así, cada vez que miraba el mar desde su ventana, decía:
"¡Por qué no! Quizás mañana haga algo increíble."
Con eso, Aliss entendió que la vida era un viaje lleno de aventuras esperando ser vividas.
FIN.