Alister y el equilibrio tecnológico
Alister era un niño muy inquieto y curioso. Le encantaba jugar en su computadora con su juego favorito, donde debía resolver acertijos y superar desafíos para avanzar de nivel.
Pasaba horas concentrado frente a la pantalla, sin darse cuenta del tiempo que pasaba volando. Un día, Alister estaba tan absorto en su juego que ni siquiera escuchó cuando su mamá lo llamó para ir a comer.
Su madre y su hermana lo esperaban en la cocina con una deliciosa comida casera preparada con mucho amor. Al ver que no bajaba, decidieron empezar a comer sin él, pero con la esperanza de que pronto se les uniría.
"¿Dónde estará Alister? Seguro está jugando otra vez", dijo la mamá preocupada. Mientras tanto, arriba en su habitación, Alister seguía concentrado en el juego. Estaba tan emocionado por llegar al siguiente nivel que no quería parar por nada del mundo.
Sin embargo, algo inesperado iba a ocurrir esa tarde. De repente, la computadora se apagó repentinamente. Alister intentó volver a encenderla una y otra vez, pero no había caso. Parecía que algo había fallado y no podía seguir jugando.
Desesperado, bajó corriendo las escaleras para pedir ayuda a su mamá. "¡Mamá! ¡Se me apagó la computadora y no puedo seguir jugando!", exclamó Alister con angustia.
Su mamá lo miró con ternura y le recordó lo importante que era también disfrutar de otros momentos fuera de la pantalla. Le propuso salir al jardín a jugar un rato juntos o tal vez leer un libro interesante que tenían guardado.
Alister aceptó un poco renuente al principio, pero luego se dejó llevar por la diversión de estar al aire libre y compartir tiempo de calidad con su familia. Descubrió lo entretenido que podía ser correr detrás de una pelota o simplemente disfrutar del sol en su rostro.
Poco a poco, Alister fue comprendiendo que había todo un mundo lleno de aventuras esperándolo más allá de los videojuegos. Aprendió a equilibrar su pasión por la tecnología con otras actividades igualmente divertidas e importantes.
Desde ese día, Alister siguió disfrutando de sus juegos en la computadora, pero aprendió a darle el lugar adecuado en su vida diaria.
Y cada vez que recordaba aquel episodio donde se quedó atrapado en el mundo virtual, sonreía sabiendo que siempre tendría a su familia para ayudarlo a encontrar el equilibrio entre diversión y responsabilidad. Y así, entre risas y complicidad familiar, continuaron creciendo juntos compartiendo momentos inolvidables dentro y fuera de las pantallas.
FIN.