Alma en la Luna



Era un día soleado y brillante en el pequeño pueblo de Valle de Estrellas, donde vivía una niña llamada Alma. Alma tenía un gran sueño: quería conocer la luna. Cada noche, se sentaba en el jardín de su casa, mirando al cielo y preguntándose qué habría allí, entre las estrellas.

"¡Un día voy a viajar a la luna!" - decía Alma con determinación, mientras sus amigos reían y la miraban con curiosidad.

Un día, mientras exploraba el ático de su abuela, encontró un viejo libro lleno de extraños símbolos.

"¿Qué es esto, abuela?" - preguntó Alma, con los ojos brillando de emoción.

"Es un libro de aventuras, querida. Tal vez te inspire a seguir tu sueño", respondió la abuela sonriendo.

Alma pasó toda la tarde leyendo sobre viajes, cohetes y constelaciones. Con cada página, su deseo de llegar a la luna se hacía más fuerte. "Si quiero hacerlo, necesito construir un cohete", pensó.

Así que, con el apoyo de su abuela y unos amigos, decidió empezar su gran proyecto. Reunieron piezas de cartón, botellas de plástico y muchos otros materiales reciclados que encontraron en casa. Con mucha creatividad, dibujaron circuitos y planearon cómo funcionaría su cohete.

"Esto va a ser mágico, Alma. ¡Nos vamos a la luna!" - gritó su amigo Tomás, mientras ataba una botella a su cohete.

Con esfuerzo y muchas risas, fueron construyendo su nave espacial. Sin embargo, la primera prueba fue un desastre. El cohete se desmoronó al primer intento de lanzamiento.

"Esto no puede ser. ¿Acaso no podemos llegar a la luna?" - preguntó Alma, desilusionada.

"No te desanimes, Alma. Todos los grandes inventores también tuvieron fracasos. ¡Hay que seguir intentando!" - la animó su abuela, con una chispa en los ojos.

Así que, decididos a mejorar su cohete, revisaron sus planos y buscaron ideas en libros y programas de televisión. Aprendieron sobre la ciencia detrás de los vuelos espaciales y la importancia de cada parte de un cohete.

Día tras día, Alma y sus amigos trabajaron duro. En cada intento, se levantaban después de cada caída. Poco a poco, el cohete tomó forma y empezó a parecerse a lo que Alma había imaginado.

Finalmente, llegó el día del lanzamiento. Todos en el pueblo llegaron para ver el gran evento. Alma, nerviosa pero emocionada, subió a su cohete hecho de cartón y plástico, mirando a sus amigos que la animaban desde afuera.

"¡Alma, estamos contigo!" - gritaron.

Con un suave sonido de cuenta regresiva, Alma respiró profundo y, con un fuerte empujón de su amigo Tomás, la nave despegó... ¡y voló! Aunque solo se elevó unos metros, la emoción llenó el aire.

"¡Lo logramos!" - exclamó Alma con alegría.

Pero lo mejor estaba por venir. En ese instante, la nave de Alma se iluminó con luces brillantes y, antes de que se dieran cuenta, todos se encontraron en la luna. Era un lugar mágico, lleno de polvo de estrellas y paisajes deslumbrantes.

"¡Miren eso!" - exclamó uno de los amigos, señalando un tren de estrellas que brillaba a lo lejos.

Alma sintió que su corazón latía de felicidad. Juntos, empezaron a saltar y a jugar en la gravedad reducida. Hicieron un picnic con galletas de luna y compartieron risas que resonaban en el vacío del espacio.

De repente, encontraron un pequeño rover abandonado, y Álvaro, otro de sus amigos, dijo:

"¿Y si lo arreglamos y exploramos más?"

Aunque no sabían mucho de mecánica, con ingenio y creatividad, lograron darle vida al rover.

"¡Salgamos a explorar!" - gritó Alma, llena de emoción.

Mientras recorrieron cráteres y montañas, se dieron cuenta de que aprender y trabajar en equipo era la clave de su aventura. Que cada fallo era una oportunidad de mejorar.

Antes de que el sol comenzara a ocultarse, Alma miró hacia el horizonte y tomó una decisión.

"Vamos a volver a casa y contarle a todos sobre nuestra aventura. ¡Así podrían intentar llegar a la luna también!"

Sus amigos estuvieron de acuerdo, y con el viento de la luna a sus espaldas, volvieron al cohete. El viaje de vuelta fue lleno de risas y sueños de nuevas aventuras.

Cuando regresaron a Valle de Estrellas, nunca olvidaron lo que habían aprendido. Ya no solo eran Alma y sus amigos construyendo un cohete, sino un equipo de soñadores dispuestos a enfrentar cualquier desafío.

Y así, Alma descubrió que no importa cuán lejos sueñes, siempre puedes llegar allí con dedicación, trabajo en equipo y un poco de imaginación.

"¡Hasta la próxima aventura!" - dijo Alma, mientras el atardecer iluminaba el cielo, lleno de estrellas que brillaban como su sueño.

FIN.

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