Alma y los Deseos de Estrella



Era una noche cubierta de estrellas brillantes y el aire fresco de primavera llenaba el barrio. Alma, una niña curiosa y soñadora de diez años, se sentó en la vereda con sus amigos, Lucho, una ardilla traviesa, Sofía, siempre lista para una aventura, y Tomás, el más pequeño del grupo pero lleno de valentía.

"Miren esa estrella brillante, en la esquina del cielo!" - exclamó Alma, señalando una estrella que relucía más que las demás.

"¿Y si le pedimos un deseo?" - sugirió Lucho, rasguñándose la cabeza con su patita.

"¿Cómo vamos a hacer eso?" - preguntó Tomás con ojos grandes de emoción.

Alma, que ya había estado investigando, se acordó de un pequeño ritual que había leído en un libro de cuentos.

"Tienen que cerrar los ojos, concentrarse y decir su deseo con toda la fuerza de su corazón. ¡Así funciona!" - dijo Alma, emocionada.

La niña guió a sus amigos, y todos cerraron los ojos, llenándose de esperanza y sueños. Cada uno pidió su deseo en silencio.

Alma deseaba que su padre pudiera estar en casa más a menudo, Lucho soñaba con un montón de nueces, Sofía anhelaba tener un árbol gigante para trepar, y Tomás deseaba muchas aventuras juntos.

De repente, una suave brisa recorrió el aire, haciendo que todos abrieran los ojos.

"¿Escucharon eso?" - preguntó Sofía.

Pero no había nada más que el susurro del viento y el brillo de la estrella.

"Tal vez no funcione..." - murmuró Tomás, decepcionado.

"No hay que perder la esperanza, amigos. Las estrellas suelen ser caprichosas" - dijo Alma tratando de animar a los demás.

Esa noche, decidieron hacer algo especial. Emprendieron una búsqueda por el barrio, recolectando hojas y ramas, para construir una fortaleza. Mientras trabajaban juntos, ella se dio cuenta de algo importante: tener aventuras y pasar tiempo con amigos era la verdadera magia.

A la noche siguiente, se volvieron a reunir, mirando atentamente a la estrella, esperando una respuesta. Esta vez, decidieron pedir un deseo colectivo.

"¡Deseamos pasar más tiempo juntos!" - gritaron al unísono.

Justo en ese momento, una suave luz iluminó la noche, haciendo que los corazones de los niños se llenaran de esperanza.

A la mañana siguiente, el papá de Alma llegó a casa con una sorpresa.

"Chicos, ¡hemos sido invitados a un campamento!" - anunció con una gran sonrisa.

Todos gritaron de felicidad.

"¿Es verdad?" - preguntó Tomás, sus ojos brillando de asombro.

"Sí, podemos pasar el fin de semana juntos, explorando y haciendo fogatas" - respondió el papá.

Los chicos no podían creer lo que escuchaban. Era como si su deseo se hubiera hecho realidad, aunque no con la magia de la estrella, sino con la acción de su amigo.

Durante el campamento, hicieron una fogata, se contaron historias y se divirtieron más de lo que jamás habían imaginado. Alma comprendió que los deseos pueden cumplirse cuando se trabaja en equipo y se valora la amistad. Pasaron tanto tiempo riendo, jugando y compartiendo que la estrella se convirtió en un bonito recuerdo, un símbolo de su unión.

Al regresar a casa, Alma miró de nuevo la estrella, esta vez con una sonrisa en el rostro.

"Gracias, amiga estrella, por recordarnos lo que realmente importa" - susurró, y así cada noche miraría hacia el cielo pensando en sus sueños, pero también en la importancia de compartirlos con aquellos que queremos.

FIN.

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