Alma y su gran aventura junto a su mascota



Alma era una niña muy especial, tenía 6 años y un brillo en sus ojos que iluminaba a todos los que la conocían. Ella tenía Síndrome de Down, pero eso no la detenía para nada.

Su mejor amiga era Luna, una perrita Golden Retriever muy juguetona y cariñosa. Juntas pasaban horas y horas jugando y divirtiéndose. Un día, Alma y Luna decidieron aventurarse en un viaje emocionante.

Se encontraron con un bosque mágico en el que vivían criaturas fabulosas: hadas, duendes y animales parlantes. - ¡Mira, Luna, un hada! -exclamó Alma emocionada. - Hola, pequeña Alma, ¿en qué andanzas te encuentras hoy? - saludo el hada con una sonrisa brillante.

Alma le contó al hada sobre su deseo de tener un parque de juegos para niños con discapacidades, donde todos pudieran divertirse sin importar sus diferencias. El hada, conmovida por el noble deseo de Alma, les dijo que debían atravesar tres desafíos para conseguir el parque.

Así comenzó la gran aventura. El primer desafío era encontrar la flor de la empatía, que solo florecía en el corazón de aquellos que sabían escuchar y comprender a los demás. Alma y Luna se dispusieron a buscarla por todo el bosque.

Después de ayudar a un conejo asustado a encontrar su madriguera, la flor de la empatía floreció ante ellas. El segundo desafío consistía en encontrar la estrella de la valentía, que brillaba solo para aquellos que habían superado sus miedos.

Juntas, atravesaron el río de los temores y escalaron la montaña de los desafíos, y al final encontraron la preciada estrella. El tercer desafío era encontrar la llave de la amistad, que solo se hallaba en el corazón puro y sincero.

En su búsqueda, se encontraron con nuevos amigos que se unieron a su causa. Finalmente, Alma y Luna lograron superar los tres desafíos y obtuvieron la llave de la amistad. Con todos los elementos en su poder, volvieron al bosque mágico.

El hada les entregó un huevo mágico que al romperse, se convertiría en el parque de juegos que Alma soñaba.

Llenas de emoción, Alma y Luna regresaron a su hogar, donde rompieron el huevo y vieron cómo se materializaba el parque mágico. A partir de ese día, niños de todas las edades y habilidades jugaron juntos, riendo y compartiendo momentos especiales.

Alma y Luna se convirtieron en las guardianas del parque, asegurándose de que fuera un lugar lleno de amor, diversión y alegría para todos. Y así, Alma logró su más grande deseo, demostrando que con amor, empatía, valentía y amistad, se pueden alcanzar los sueños más maravillosos.

FIN.

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