Alondra y la lección de solidaridad


Había una vez, en un barrio de Buenos Aires, una niña llamada Alondra. Ella era muy activa y le encantaba jugar con sus primos después de la escuela.

Un día, después de almorzar, salió corriendo hacia el parque para encontrarse con su primo Francisco y su prima Bianca. Al llegar al parque, los tres se pusieron a jugar con la pelota.

Alondra se movía rápidamente por todo el campo, tratando de atrapar la pelota mientras sus primos trataban de esquivarla. De repente, Francisco tropezó y cayó al suelo. -¡Oh no! ¿Estás bien Francisco? -preguntó Alondra preocupada. -Sí, solo me raspé un poco -respondió Francisco mientras se levantaba del suelo.

Alondra sabía que tenía que ser cuidadosa cuando jugaba con sus primos más pequeños. Así que decidió cambiar el juego y sacar las bicicletas del garaje para dar un paseo por el parque.

Mientras montaban en bicicleta por el camino sinuoso del parque, llegaron a una colina empinada. Alondra estaba emocionada por bajarla a toda velocidad pero Bianca estaba asustada. -¿Y si nos caemos? -preguntó Bianca temerosa. -No te preocupes Bianca -dijo Alondra tranquilizándola-.

Vamos juntos y yo te sostendré para que no te caigas. Así fue como los tres primos bajaron la colina juntos: Alondra sosteniendo a Bianca mientras Francisco seguía detrás riendo emocionado.

Después de un rato, se detuvieron en la base de la colina y comenzaron a jugar en el saltarín. Mientras saltaban, Alondra notó que Francisco parecía cansado. Le preguntó si quería descansar un poco pero él insistió en seguir jugando. Sin embargo, unos minutos después, Francisco se sentó agotado en el suelo.

-¿Estás bien Francisco? -preguntó Alondra preocupada. -Sí... estoy bien -respondió Francisco con dificultad. Alondra sabía que algo no estaba bien. Recordó lo importante que era cuidar de sus primos más pequeños y decidió llevarlo a casa para que descansara.

Cuando llegaron a casa de sus abuelos, Alondra le contó todo a su abuela. Después de examinarlo, su abuela llamó al médico quien determinó que Francisco tenía fiebre alta y necesitaba descansar mucho para recuperarse.

-Gracias por cuidarme Alondra -dijo Francisco con una sonrisa débil mientras se acurrucaba bajo las mantas. De repente, Alondra sintió una oleada de orgullo por haber cuidado tan bien de su primo.

Se dio cuenta de lo importante que era ser responsable y cuidadoso con los demás. Desde ese día en adelante, Alondra siempre recordaría lo importante que era cuidar y proteger a sus seres queridos.

Y así fue como ella aprendió una valiosa lección: siempre hay momentos difíciles en la vida pero si nos apoyamos mutuamente podemos superarlos juntos.

Dirección del Cuentito copiada!
1