Alondra y la Navidad Venezolana
En un pequeño pueblo de Venezuela, vivía Alondra Miranda, una niña curiosa y llena de energía. Con la llegada de diciembre, Alondra sentía que el aire estaba lleno de magia. Su abuela, la señora Candelaria, siempre le contaba historias sobre las tradiciones navideñas de su país. Un día, mientras ayudaba a su abuela a preparar los hallacas, Alondra decidió que quería conocer más sobre cada una de las costumbres.
"Abuela, ¿por qué hacemos hallacas en Navidad?" - preguntó Alondra con sus ojos brillantes.
"Hija mía, las hallacas son como un abrazo de sabores. Cada familia tiene su propia receta, y lo más bonito es que todos nos reunimos para prepararlas juntos. Es una tradición que une a las familias" - explicó la señora Candelaria, sonriendo.
Alondra se sintió emocionada y decidió invitar a sus amigos del barrio para unirse a la preparación. Así que un sábado, Alondra reunió a Susana, Pedro y José en su casa.
"¡Hola, amigos! Hoy vamos a hacer hallacas. Va a ser una tarde super divertida" - les dijo Alondra al abrirles la puerta.
"¡Genial! Nunca he hecho una hallaca" - exclamó Susana.
"Yo tampoco, pero estoy listo para aprender" - agregó Pedro.
"Yo solo quiero comer" - dijo José riéndose.
Los cuatro amigos comenzaron a trabajar. La abuela Candelaria les explicó cómo hacer la masa de maíz y les mostró cómo mezclar los ingredientes. Mientras cocinaban, Alondra les contó sobre otros aspectos de la Navidad venezolana.
"También hacemos el pesebre con figuras de barro y cada año le añadimos una nueva" - comentó.
"¿Y qué hay de la música?" - preguntó José, curioso.
"¡Claro! Hay que bailar gaita y aguinaldos. El cuatro y la maraca son instrumentos muy importantes" - explicó Alondra.
Mientras los amigos seguían haciendo las hallacas, la señora Candelaria les enseñó una danza típica y todos se unieron en una coreografía divertida. El aire se llenó de risas y de la deliciosa aroma de las hallacas cocinándose.
Pero algo inesperado ocurrió cuando, justo cuando terminaron de cocinar, se dieron cuenta de que un grupo de niños del barrio no había podido venir porque sus familias no tenían suficientes ingredientes para hacer la cena de Navidad.
"¿Qué podemos hacer?" - preguntó Susana, preocupada.
"No podemos dejar que se queden sin comida en Navidad" - añadió Pedro.
"¡Ya sé! Podemos hacer una gran comida y compartir con ellos" - dijo Alondra entusiasmada.
Los cuatro amigos se pusieron a trabajar de nuevo. Reunieron las hallacas que habían hecho y, con ayuda de la abuela Candelaria, prepararon una gran mesa en el patio. Invitaron a los niños del barrio a compartir la cena de Navidad.
Esa noche, el patio se llenó de risas y luces. Los niños se sentaron a la mesa y disfrutaron de las hallacas, así como de la música que Alondra y sus amigos comenzaron a tocar.
"¡Gracias por hacer esto!" - dijo uno de los niños, mientras tomaba un bocado.
"La Navidad es para compartir" - respondió Alondra, sonriendo.
Al finalizar la noche, después de comer y bailar, todos se sintieron parte de una gran familia.
"Hoy aprendí que las tradiciones son más especiales cuando las compartimos con los demás" - reflexionó Alondra.
"Y que la verdadera alegría de la Navidad está en dar y estar juntos" - concluyó la señora Candelaria, orgullosa de su nieta y de los nuevos amigos que había hecho.
Así, Alondra Miranda no solo disfrutó de las tradiciones navideñas de Venezuela, sino que también hizo que otros pudieran vivir la magia de la Navidad junto a ella. Esa noche, el espíritu navideño brilló en el barrio gracias a una niña y sus amigos que decidieron compartir.
Y así, con los corazones llenos de alegría y un buen sabor de hallaca, celebraron una Navidad que nunca olvidarían.
FIN.