Alonso, el Maestro Soñado



Había una vez un niño llamado Alonso, que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Desde muy chiquito, Alonso soñaba con ser maestro. Cada vez que veía a sus maestros en la escuela, les preguntaba sobre lo que hacían y cómo era estar al frente de una clase.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, tuvo una idea brillante. "Voy a jugar a ser maestro!", dijo entusiasmado.

Así que se llevó una pizarra portátil y un montón de tizas. Reunió a sus amigos y organizó una —"clase" . "Hoy aprenderemos sobre los animales!", exclamó Alonso con entusiasmo. Él les contaba sobre los diferentes animales y sus hábitats, mientras sus amigos escuchaban atentos.

Su primer día como —"maestro"  fue un éxito. "¡Esto es genial, Alonso!", dijo su amiga Sofía. "Sí, ¡quiero aprender más!", agregó Tomás.

Pasaron los años y el amor de Alonso hacia la enseñanza siguió creciendo. En el colegio, siempre era el primero en levantar la mano para ayudar a sus compañeros. Un día, en clase de Ciencias, su profesor, el Sr. Martínez, notó la pasión del chico. "Alonso, me encantaría que me ayudaras a explicar el tema de la fotosíntesis a la clase", le propuso.

Alonso, con los ojos brillantes, aceptó la invitación. Preparó una mini-clase y explicó a sus compañeros cómo las plantas transforman la luz solar en energía. Al final de la clase, todos aplaudieron. "¡Eres un gran maestro!", le dijeron.

A medida que pasaron los años, Alonso fue creciendo y en la secundaria, conoció a su mejor amigo, Lucas. Lucas siempre le decía que debía ser maestro, "¡Tenés un don, che! ¡La manera en que explicás es increíble!", le decía. Sin embargo, la vida también le trajo desafíos.

Un día, mientras hacía un proyecto de matemáticas, Alonso se sintió perdido. "No entiendo nada, Lucas", se quejaba. "No te preocupes, Alonso. Podemos estudiarlo juntos. ¡Sos un buen amigo y también un gran maestro!", le respondió Lucas, animándolo.

Así fue como, con el apoyo de sus amigos, Alonso logró superar el obstáculo. Se dio cuenta de que, aunque a veces las cosas eran difíciles, siempre podía contar con sus seres queridos.

El tiempo pasó y llegó el momento de graduarse de la secundaria. Durante la ceremonia, le pidieron que diera un discurso. Alonso estaba nervioso, pero recordó todas las veces que había enseñado a sus amigos y a sus compañeros. "Siempre quise ser maestro, y hoy sé que está en mis manos lograrlo. Nunca dejen de seguir sus sueños", dijo, emocionado.

Después de graduarse, empezó a estudiar para ser docente en la universidad. En su primer año, tuvo la oportunidad de hacer prácticas en una escuela primaria. Allí, conoció a una niña llamada Valentina, que era tímida y tenía problemas para leer.

"Yo puedo ayudarte, Valentina!", le ofreció Alonso con una sonrisa. Hicieron un trato: por cada palabra que aprendiera, Valentina tenía que decirle algo divertido que le pasara en casa. Así, a través de juegos y risas, Valentina comenzó a mejorar en la lectura. "¡Gracias, Alonso!", le dijo un día. "Ahora puedo leer mis cuentos favoritos!"

Alonso sabía que había logrado algo maravilloso, no solo ayudar a Valentina, sino también recordar su propio sueño. Más cada vez que entraba al aula y veía a sus alumnos sentados atentos, se sentía más cerca de convertir su sueño en realidad.

Un día, al recibir su título de maestro, Alonso recordó todas las aventuras que lo llevaron a ese momento. Se sintió feliz y orgulloso. "¡Lo logré!", gritó. Ya no solo era un niño que quería ser maestro. Ahora, era un maestro de verdad.

FIN.

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