Amaia y el Amor en la Escuela
Era un día soleado en la escuela primaria 'Estrella Brillante'. Todos los niños jugaban en el patio, pero había una niña que estaba en su rincón del jardín, observando las hormiguitas trabajar sin parar. Su nombre era Amaia. Aunque le encantaba la naturaleza, no podía concentrarse en sus pensamientos porque su corazón latía con fuerza cada vez que veía a Luciano, un chico de su clase que siempre estaba rodeado de amigos.
Un día, mientras Jugaban a la pelota en el recreo, Amaia decidió acercarse a Luciano. Su amiga Sofía la alentó.
"¡Vení, Amaia! ¿Por qué no le hablas? Seguro que le caés bien!"
Amaia respiró profundamente y se acercó.
"Hola, Luciano. ¿Puedo jugar con ustedes?"
"Claro, Amaia. ¡Vení!"
La sonrisa de Luciano iluminó el día de Amaia.
Desde ese momento, Amaia y Luciano comenzaron a jugar juntos y a conocerse. Descubrieron que compartían muchas cosas en común, como su amor por los cuentos de aventuras y los animales.
"¿Te gustan las historias de valientes exploradores? A mí me encantaría ser uno algún día", le dijo Luciano a Amaia un día después de clase.
"¡Sí! Y explorar junglas llenas de animales exóticos", respondió Amaia emocionada.
La amistad floreció entre ellos. Sin embargo, un giro inesperado llegó cuando Luciano comenzó a jugar con un grupo de chicos más grandes. Pasaba más tiempo con ellos y Amaia se sintió triste y sola.
"¿Por qué no me invita a jugar? ¿Acaso ya no quiere ser mi amigo?" pensaba.
Fue entonces cuando Sofía le dio un consejo sabio.
"Amaia, a veces las cosas cambian, pero eso no significa que debas dejar de ser tú misma. Tal vez deberías invitarlo a hacer algo divertido, así podrá recordar cuánto se divierten juntos."
Con determinación, Amaia decidió organizar un picnic en el parque el fin de semana y le envió una invitación a Luciano.
"¡Hola, Luciano! Este sábado voy a hacer un picnic en el parque. ¿Te gustaría venir?"
Pero Luciano dudó.
"No sé, quizá salga a andar en skate con los grandes. No sé si voy a poder."
Amaia sintió que su corazón se caía un poco.
"Si venís, puedo llevar sandwiches y jugar en el césped. Podemos hacer una guerra de almohadas después también!"
"Suena genial, Amaia. Está bien, ¡iré!"
El día del picnic llegó y los dos se divirtieron mucho. Compartieron risas, juegos y hasta se contaron sus sueños. Baru, el loro de Amaia, revoloteaba alrededor de ellos.
"Un día, quiero descubrir un tesoro escondido y ser una gran exploradora", dijo Amaia.
"¡Yo también quiero hacerlo! O tal vez inventar un juego nuevo del que todos hablen!"
Al final del día, Amaia se sintió feliz.
"Gracias por venir, Luciano. Me alegra que estemos jugando juntos otra vez."
La amistad entre ellos se fortaleció, y Luciano comenzó a apreciar no solo lo divertido que era jugar con Amaia, sino también cuánto le valoraba como amiga.
"Quiero que sepas, Amaia, que me encanta pasar tiempo contigo."
Amaia sonrió, su corazón latía fuerte de nuevo.
Sin embargo, llegó el verano y para su sorpresa, Luciano le contó que se mudaría a otra ciudad. Amaia sintió que se le caía el mundo.
"Pero… ¿y el picnic? ¡Y nuestras aventuras! ?"
"Sé que es triste, pero siempre guardaremos los momentos compartidos en nuestro corazón"
Amaia se animó cuando Luciano le prometió que siempre se escribirían cartas. Y así fue como continuaron su aventura de amistad a distancia.
Años después, en una visita a la ciudad de Luciano, ambos se dieron cuenta de que su amistad siempre fue especial, y aunque habían forjado nuevas amistades, el amor que tenían por su amistad nunca desparecería.
"Siempre serás mi mejor amigo, Amaia", le dijo Luciano cuando se despidieron.
"¡Y tú siempre serás mi explorador favorito!" respondió Amaia.
El tiempo pasó, pero lo que había comenzado como una amistad se transformó en algo más. Aprendieron que el verdadero amor nace desde la amistad.
Amaia nunca olvidó la lección que había aprendido: "A veces, lo más hermoso puede florecer cuando menos lo esperas si cuidamos nuestros pensamientos y acciones".
FIN.