Amalia y el Polvo de Estrellas



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, una niña llamada Amalia. Amalia soñaba con aventuras y mágicas criaturas. Una noche, mientras paseaba bajo el cielo estrellado, vio un destello brillante que la hizo detenerse.

"¿Qué fue eso?" - murmuró, mirando hacia arriba.

Cuando levantó la vista, no podía creer lo que veía. Una pequeña hada, con alas de colores vibrantes, danzaba entre las estrellas.

"Hola, Amalia" - dijo el hada con una voz suave como el murmullo de un arroyo.

Amalia, sorprendida, respondió:

"¿Quién sos? ¿Sos un hada?"

"Soy Lila, el hada de los sueños. He venido a traerte un poco de polvo mágico y una varita especial" - respondió Lila, mientras sacaba de su bolsillo un pequeño frasco lleno de polvo reluciente.

Amalia miró la varita con asombro. Estaba hecha de una madera resplandeciente y tenía una estrella en la punta.

"¡Es hermosa!" - exclamó Amalia, emocionada.

"Con ella podrás hacer realidad tus sueños, pero deberás usarlos con sabiduría" - advirtió Lila.

Amalia, llena de curiosidad, decidió probar la varita. Pensó en un hermoso día soleado, lleno de flores y risas.

"¡Quiero un día perfecto!" - gritó, agitando la varita.

Instantáneamente, el cielo comenzó a brillar y el sol salió radiante, llenando el paisaje de colores vivos. Las flores comenzaron a florecer y los pájaros a cantar. Sin embargo, mientras se divertía, se dio cuenta de que había olvidado a su amiga Ana, que se había quedado en casa triste.

"¡Oh no! No puedo disfrutar sola..." - se lamentó Amalia.

Lila, que había estado observando, sonrió y le dijo:

"Recuerda, Amalia, la verdadera alegría proviene de compartir los momentos con los demás".

Amalia comprendió y decidió que quería compartir esa felicidad. Así que, con un movimiento mágico, invitó a Ana a unirse a la diversión.

"¡Ana! ¡Ven, mira lo que hice!" - gritó.

Cuando Ana llegó, se quedó maravillada por el mundo lleno de colores, pero también le preocupaba lo que había pasado.

"¿Es todo esto real, Amalia?" - preguntó.

"Sí, con un toque de magia, pero también es nuestra amistad la que hace que todo sea especial" - respondió Amalia.

Juntas, jugaron, rieron y crearon hermosos recuerdos. Sin embargo, al caer la tarde, Amalia recordó que el polvo mágico tenía un límite.

"Lila, ¿qué pasará cuando caiga la noche?" - preguntó Amalia con preocupación.

"Todo regresará como era antes, pero recordarás el valor de la amistad y la alegría de compartir" - contestó Lila, sabiamente.

Amalia observó como el sol se escondía detrás de las montañas y el cielo se llenaba de estrellas. Justo cuando la luna comenzó a brillar, sintió que el polvo mágico comenzaba a desvanecerse.

"No me quiero ir, Lila" - dijo con tristeza.

"No tienes que irte, Amalia. Ten siempre en tu corazón el polvo mágico de la bondad y la amistad. Es más poderoso que cualquier varita" - dijo Lila mientras desaparecía en un destello de luz.

A partir de ese día, Amalia entendió que no necesitaba magia para tener aventuras. Cada día podía ser especial si compartía su alegría con sus amigos. Así, con su hermoso recuerdo, Amalia aprendió la verdadera magia: el poder de la amistad y la importancia de compartir cada momento.

Y cada vez que miraba las estrellas, sonreía, sabiendo que su amiga Lila siempre estaría allí, iluminando su camino.

FIN.

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