Amalia y sus Nuevas Aventuras



Había una vez en un colorido barrio un lugar donde las risas de los niños resonaban por doquier. Allí vivía una pequeña niña llamada Amalia. Amalia era una niña curiosa, llena de energía y siempre lista para aprender algo nuevo.

Un día, mientras jugaba en el parque, Amalia vio a sus amigos saltando sobre una cuerda larga.

"¡Mirá cómo saltan!" - dijo Amalia con los ojos brillantes. "¡Quiero aprender también!"

Sus amigos sonrieron y la invitaron a unirse. "¡Es fácil! Solo tenés que concentrarte y seguir el ritmo de la cuerda", le explicó su amiga Clara. Pero, al intentarlo, Amalia no podía coordinarse. Cada vez que la cuerda giraba, ella tropezaba y caía al suelo.

"No puedo hacerlo, soy muy torpe" - se lamentaba.

"No te rindas, Amalia. A veces hay que practicar mucho para lograrlo" - le dijo Pedro, un amiguito experto en saltar.

Amalia decidió intentarlo de nuevo, y esta vez, en vez de desanimarse, comenzó a contar en voz alta: 1... 2... 3... ¡salto! Tras unas horas de intentos y risas, ¡logró saltar dos veces seguidas!"¡Lo hice!" - gritó emocionada. "¡Puedo saltar!"

Y así, los días siguientes, Amalia no solo aprendió a saltar, sino que se volvió muy buena en ello. Se sentía increíblemente feliz.

Un día, estaba jugando en el parque cuando vio a un grupo de niños compartiendo una merienda. Tenían galletitas, jugos y frutas. Mientras los miraba desde lejos, sintió que quería participar, pero no se atrevía a acercarse.

"Quizás no les guste compartir conmigo" - pensó.

De repente, su amiga Clara llegó a su lado. "Amalia, vení, te invito a unirte. Estamos compartiendo galletitas y juegos. ¡Es más divertido si estás!"

Amalia respiró hondo y decidió acercarse. Con una sonrisa, preguntó: "¿Puedo compartir unas galletitas yo también?"

"¡Claro! Cuantas más galletitas, más diversión" - respondió Pedro.

Amalia se sintió contenta al compartir las galletitas que había traído y, de pronto, una idea le vino a la mente. "¡Podemos organizar un picnic todos juntos!"

Así, los amigos se pusieron de acuerdo y organizaron un gran picnic. Todos llevaron algo porque aprendieron que compartir no solo es bueno, ¡sino que también es muy divertido!

Pero aún había algo que Amalia no había logrado aprender: lavarse los dientes.

"Siempre me olvidé de lavármelos antes de dormir" - le confesó a Clara mientras se preparaban para la noche. "Mis papás dicen que es importante, pero me da pereza".

"Es re importante, Amalia, porque los dientes sanos son super importantes para que puedas comer bien y tener una sonrisa brillante" - le dijo Clara.

Amalia pensó en lo que decía Clara y decidió que era hora de cambiar. "Voy a hacer un trato conmigo misma: si me lavo los dientes todas las noches, podré comer más galletitas y mi sonrisa será hermosa".

Desde ese día, Amalia cumplió su promesa, y cada noche se cepillaba los dientes con entusiasmo, mientras imaginaba su sonrisa brillante.

Una tarde, Amalia se encontró con sus amigos del parque y les dijo: "¡Miren mi sonrisa! Es gracias a que me lavé los dientes todos los días!"

Todos la aplaudieron y Pedro comentó: "¡Demostrando que empezaste a cuidarte! Eso es genial, Amalia!"

De pronto, Clara, con una expresión traviesa, le dijo: "¡Y ahora que ya aprendiste a saltar, a compartir y a cuidar tu sonrisa, tenemos que hacer una gran competencia de saltos para ver quién da el mejor salto con la sonrisa más brillante!"

Amalia sonrió, lista para el desafío. Aprendió que cada pequeña meta trae consigo muchas aventuras y la felicidad de compartir y cuidarse a sí misma.

Y así, Amalia siguió creciendo, saltando, compartiendo y riendo, muy feliz de haber aprendido tantas cosas nuevas que la llenaban de alegría.

FIN.

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