Amanecer de amor en el cerro


Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, dos jóvenes llamados Martina y Juan. Se conocieron en la plaza central durante un festival de música folklórica.

Martina, con su vestido colorido y su sonrisa radiante, capturó la atención de Juan desde el primer momento. - ¡Hola! Soy Martina -dijo extendiendo su mano. - ¡Mucho gusto! Soy Juan -respondió él, impresionado por su belleza. Desde ese día, se volvieron inseparables.

Paseaban por las calles empedradas del pueblo, compartían mates bajo los árboles del parque y bailaban al ritmo de la guitarra en las noches estrelladas. Un día, decidieron escalar juntos el cerro cercano para ver el amanecer.

Mientras subían entre risas y conversaciones animadas, se encontraron con un viejo leñador que les contó sobre el amor verdadero y la importancia de cuidar y apoyarse mutuamente.

Al llegar a la cima, presenciaron el sol emergiendo lentamente detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos rosados y naranjas. En ese instante mágico, Juan tomó la mano de Martina y le dijo:- Martina, desde que te vi en aquella plaza supe que eras especial para mí.

Quiero compartir cada amanecer contigo por el resto de mi vida. Martina lo miró a los ojos con ternura y respondió:- Juan, yo también siento lo mismo. Eres mi compañero perfecto en esta aventura llamada vida.

Se abrazaron con fuerza mientras el viento jugueteaba con sus cabellos. Descendieron del cerro llenos de felicidad y amor profundo. A partir de ese día, Martina y Juan continuaron construyendo una hermosa historia juntos.

Siempre recordaban aquel amanecer mágico como el momento en que se dieron cuenta de que estaban destinados a estar juntos para siempre. Y así fue como su amor floreció como las flores silvestres en primavera: puro, fuerte e inquebrantable.

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