Amatista y el Tesoro de la Obediencia
Era un soleado día de primavera en la casa de Amatista. Con solo cinco años, esta niña era una exploradora intrépida y siempre estaba lista para la aventura. Sin embargo, había algo que le costaba entender: la importancia de respetar y obedecer a sus padres.
Un día, mientras jugaba en el jardín, escuchó a su mamá llamar desde la cocina.
"¡Amatista! ¿Podés cuidar a tus hermanos un rato? Necesito preparar la comida."
Amatista sintió que en vez de eso podría jugar con sus juguetes. Sin pensarlo, respondió:
"¡No, quiero seguir jugando!"
Pero su mamá le explicó con paciencia:
"Amatista, es importante ayudar y cuidar de Alely y Aslan. Ellos también necesitan de vos."
Amatista frunció el ceño, pero finalmente decidió hacer lo que le pedían. Se acercó a sus hermanos que estaban en el living.
"¡Hola, Alely! ¡Hola, Aslan!"
Alely miraba a su hermana con curiosidad, mientras Aslan sonreía, sin saber bien lo que pasaba. Amatista se sentó en el piso y decidió hacerles un juego, pero pronto se dio cuenta de que cuidar de ellos no era tan fácil.
Alely empezó a jugar con los juguetes de su hermana, desordenando todo, mientras que Aslan hacía ruiditos adorables desde su cuna.
"¡Alely, no! Eso es mío!" - dijo Amatista, sintiéndose frustrada.
Sin embargo, en ese momento recordó algo que su mamá siempre decía:
"Cuando ayudas, te sentís bien y tus hermanos se sienten queridos."
Amatista respiró hondo y se le ocurrió una idea. Agarró un par de muñecos y propuso un juego:
"¡Vamos a hacer una fiesta de té con los muñecos!"
Alely aplaudió emocionada. Aslan incluso dejó de hacer ruidos y la miró atento. Amatista, sintiéndose importante por cuidar de sus hermanos, empezó a servir té imaginario. Así, en lugar de enojarse, se divirtió mucho.
De repente, la puerta se abrió y apareció su papá.
"¡Hola, mis tesoros! ¿Qué están haciendo?"
Amatista, con una gran sonrisa, respondió:
"¡Una fiesta de té! ¡Alely y Aslan son mis invitados!"
"¡Qué lindo! Estoy orgulloso de vos, Amatista, por ayudar a cuidar de tus hermanos" - dijo su papá.
A la semana siguiente, Amatista había aprendido a disfrutar de su rol como hermana mayor. Sin embargo, todavía había veces que sentía que era difícil obedecer las reglas. Un día, decidió escalar un árbol en el patio, a pesar de que su mamá le había dicho que no.
"Seré rápida, solo un toque arriba y bajo enseguida" - pensó Amatista, pero cuando subió, se dio cuenta que estaba más alta de lo que esperaba. Se asustó y no supo cómo bajar.
Su mamá, que la estaba mirando desde la ventana, corrió hacia el árbol.
"Amatista, ¿qué estás haciendo? Te dije que no subas ahí!"
"¡Perdón, mamá! ¡No sabía que me daría miedo!" - gritó Amatista desde lo alto.
"Bajá despacito y cuidá cada paso, yo estoy aquí para ayudarte" - le respondió su mamá.
Con mucho cuidado, Amatista comenzó a bajar, paso a paso, hasta que finalmente sintió el suelo firme bajo sus pies. Su mamá la abrazó fuerte.
"Lo hiciste muy bien, pero acordate que siempre es mejor escuchar y obedecer. Así nos cuidamos entre todos"
Esa experiencia hizo que Amatista se diera cuenta de que obedecer a sus padres no solo era por ellos, sino también por ella y sus hermanos. Al día siguiente, decidió organizar otra fiesta de té con Alely y Aslan, pero esta vez, sin escalar ningún árbol.
Fue un hermoso día en el que todos jugaron y se rieron juntos. Amatista sintió que ser la hermana mayor era un tesoro, y que respetar a sus padres les traía felicidad a todos.
"¡Gracias, mamá! Aprendí que ayudar a mis hermanos es divertido y que siempre es mejor escuchar" - expresó Amatista, llena de alegría.
Y así, en cada pequeño gesto de ayuda y respeto, Amatista se convirtió no solo en una gran hermana, sino en un verdadero ejemplo para todos. DataType
FIN.