Ámbar, la niña que tenía sueños con el universo



En una noche estrellada en Buenos Aires, una niña llamada Ámbar miraba fijamente al cielo, maravillada por las estrellas y la luna. Cada noche soñaba con viajar al universo y conocer todos los secretos que éste guardaba.

Un día, mientras paseaba por el parque, conoció a un simpático abuelito llamado Don Ernesto, quien tenía un telescopio. - ¡Hola! ¿Te gustaría ver de cerca las maravillas del universo? - le preguntó Don Ernesto. Ámbar, emocionada, asintió con la cabeza.

Así comenzó una increíble amistad. Don Ernesto le enseñó a Ámbar sobre las constelaciones, los planetas y las galaxias, despertando en ella una pasión inexplicable por la astronomía. Juntos, pasaban tardes enteras observando el cielo y aprendiendo sobre los misterios del universo.

Un día, Ámbar tuvo una idea brillante. - ¡Don Ernesto, construyamos una nave espacial para viajar al espacio! - exclamó emocionada.

Don Ernesto la miró con cariño y le explicó: - Ámbar, es maravilloso que quieras explorar el universo, pero primero debemos aprender cómo funcionan las naves espaciales. Así que juntos empezaron a investigar y a construir maquetas de naves espaciales, aprendiendo sobre física, matemáticas y tecnología. Pasaron meses dedicados a este proyecto.

Finalmente, terminaron construyendo una pequeña nave espacial, con la que hicieron simulaciones de vuelo y aprendieron todo lo necesario para viajar al espacio. Llegó el día en que la nave espacial de Ámbar y Don Ernesto estaba lista.

Se prepararon para despegar y, antes de empezar su travesía, Ámbar agradeció a su amigo por todo lo que le había enseñado. - Gracias, Don Ernesto, por haberme abierto las puertas del universo. Sin tu ayuda, esto no habría sido posible. - le dijo con lágrimas en los ojos.

-¡Buena suerte, querida Ámbar! Disfruta el viaje y no olvides regresar para contarme todas tus aventuras - respondió el abuelito con una sonrisa. La pequeña nave espacial despegó lentamente y luego se alejó rápidamente de la Tierra.

Ámbar estaba emocionada y nerviosa, pero sabía que estaba lista para descubrir los secretos del universo. Viajó por distintos planetas, conoció seres extraterrestres y vivió grandes emociones.

Finalmente, después de un tiempo, decidió regresar a la Tierra para contarle a Don Ernesto todas las increíbles experiencias que había vivido. Al aterrizar, corrió hacia el parque donde siempre se encontraban. - ¡Don Ernesto, Don Ernesto! ¡He explorado el universo y ha sido maravilloso! - exclamó Ámbar emocionada.

Don Ernesto la abrazó con cariño y le dijo: - Estoy orgulloso de ti, Ámbar. Has demostrado que con esfuerzo, dedicación y amor por el conocimiento, podemos alcanzar cualquier sueño, incluso viajar al espacio. Eres un verdadero ejemplo de valentía y curiosidad.

Ámbar, con una sonrisa en el rostro, entendió entonces que los sueños con el universo podían convertirse en realidad si se luchaba por ellos. Y así, continuó su camino, inspirando a otros niños y niñas a explorar el universo y a perseguir sus propios sueños.

FIN.

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