Ámbar y la Carrera de los Sueños



En un pequeño pueblo llamado Brillito, vivía una niña llamada Ámbar. Desde que tenía memoria, Ámbar soñaba con llegar a la meta de la gran carrera anual que se celebraba en su comunidad. Todos los años, veía a los corredores pasar con sonrisas enormes y brillantes medallas colgando de sus cuellos. Sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de participar.

Un día, mientras jugaba en el parque con su amigo Mateo, escucharon a unos mayores hablar sobre la próxima carrera.

"¿Vas a participar, Ámbar?" - preguntó Mateo.

"Claro que sí, estoy entrenando todo el verano. No puedo esperar para llegar a la meta por fin!" - respondió Ámbar con entusiasmo.

Los días pasaron y Ámbar se dedicó a entrenar. Corrió por las mañanas, saltó vallas y practicó su respiración. Pero a pesar de su esfuerzo, Ámbar notó que había algo que no estaba funcionando. Mientras otros competidores parecían volar, ella apenas lograba avanzar.

Una tarde, bastante desanimada, se sentó en la plaza del pueblo. De repente, se acercó una anciana muy amable, conocida por todos como Doña Clara.

"¿Qué te pasa, pequeña?" - preguntó con ternura.

"Quiero correr la carrera, pero parece que nunca voy a poder llegar a la meta. Todos son más rápidos que yo" - respondió Ámbar con un susurro.

Doña Clara se sentó a su lado y le dijo: "Ámbar, llegar a la meta no siempre es lo más importante. A veces, lo que aprendemos en el camino es lo que realmente cuenta. Debes disfrutar cada paso que das y valorar tu esfuerzo. ¿Por qué no intentas correr por diversión?" -

Ámbar escuchó atentamente las palabras de Doña Clara y decidió que iba a disfrutar de su entrenamiento, sin importar el resultado.

Los días antes de la carrera, Ámbar corrió con más alegría. Reía, saltaba y hacía nuevos amigos que también entrenaban. El día de la carrera llegó, y aunque los nervios la invadían, se sintió lista.

Cuando el comenzador dio la señal, todos salieron corriendo. Ámbar comenzó despacito, disfrutando del aire fresco y de la emoción del momento. Mientras corría y veía a sus amigos animándola, se dio cuenta de que cada paso la hacía sentir más fuerte y feliz.

A medida que pasaban los minutos, Ámbar vio cómo algunos corredores se alejaban, pero su enfoque estaba en el presente. Al llegar a los primeros kilómetros, un giro inesperado ocurrió. Una de las competidoras se tropezó y cayó, dejando a varios otros corredores aturdidos.

"¡Ayuda!" - gritó la corredora, mientras los otros continuaban corriendo.

Sin pensar, Ámbar se detuvo y corrió hacia ella. "¡No te preocupes! Te ayudaré" - dijo Ámbar. Juntas, lograron levantarse y caminar hasta que la corredora se sintió mejor.

"Gracias, pequeña. No sé qué hubiera hecho sin vos" - dijo la corredora con lágrimas en los ojos.

Las dos continuaron juntas la carrera, y Ámbar sintió que su corazón latía más fuerte que antes. Después de un largo camino, al fin llegaron a la meta. Aunque no fue la primera, la sonrisa en su rostro era inmensa.

"¡Lo logré! ¡Lo hicimos!" - exclamó Ámbar mientras cruzaba el arco, sintiéndose llena de alegría por ayudar a alguien en el camino.

Aunque no ganó el primer lugar, Ámbar recibió un diploma por su valentía y espíritu de equipo. Regresó a casa emocionada y, al ver a Doña Clara en el parque, corrió hacia ella para compartir su historia.

"¿Ves? Llegar a la meta es importante, pero lo que realmente importa es el amor y la amistad que encontramos en el camino. ¡Gracias por tus palabras!" - dijo Ámbar.

Doña Clara sonrió y le dio un abrazo. – "Estoy orgullosa de vos, Ámbar. Nunca dejes de valorar la aventura de tu vida."

Y así, cada año, Ámbar no solo corría la carrera, sino que también ayudaba a otros a llegar a la meta, haciendo del evento un momento inolvidable para todos. La niña que solo quería llegar a la meta, aprendió que el verdadero éxito reside en la comunidad y en el camino que recorremos con amor y amistad.

FIN.

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