Ámbar y sus pelos duros



Era un día soleado en el barrio de Ámbar, y la pequeña estaba emocionada por ir al colegio. Pero esa mañana, al levantarse, notó algo raro. Al mirarse al espejo, sus pelos estaban descontrolados, duros y rebeldes.

A pesar de que su mamá le había hecho un peinado hermoso la noche anterior, no había manera de que su cabello luciera como ella quería. - ¡Ay no! ¡Mis pelos están imposibles! - exclamó Ámbar, mirando su reflejo.

- No puedo ir así al colegio, ¿qué van a pensar mis amigos? - El peluche de su gato, llamado Alberti, que siempre estaba a su lado, la miró con ojos comprensivos.

- ¡Pero Ámbar! - dijo Alberti, - ¿no es mejor ser tú misma? Aunque el pelo esté duro, eso no cambia la persona maravillosa que sos. - Ámbar dudó, pero decidió que no podía perderse un día de escuela. - Tienes razón, Alberti.

¡Voy a ir así mismo! - Y con esa determinación, se puso su mochila y salió de casa. Al llegar al colegio, sintió que todos la miraban. Se acercó a sus amigas, Valentina y Sofía, con la cabeza un poco baja. - Mirá, mirá a Ámbar.

- dijo Valentina, riéndose. - Tiene el cabello como un almendro. - Ámbar se sintió triste, y Alberti la apretó un poco más contra su pecho para apoyarla. - No importa lo que digan, Ámbar. - murmuró.

- Recordá lo que me dijiste antes, se trata de ti, no de tu pelo. - Ámbar sonrió ante el aliento de su peluche. Sin embargo, las risas de Valentina y Sofía continuaron.

Justo en ese momento, la maestra Clara entró en el aula, y todos se callaron. - ¡Buenos días, chicos! Hoy vamos a aprender sobre la diversidad y cómo cada persona es única, ya sea por su cultura, su forma de hablar o... ¡su cabello! - Ámbar levantó la mirada, intrigada.

La maestra continuó: - Cada uno de nosotros tiene algo especial. Por ejemplo, hay quienes tienen el pelo rizado, lacio, cortito o larguísimo. Y eso es lo que nos hace únicos.

- Entonces, Valentina preguntó: - Pero, maestra, ¿y si alguien tiene el pelo duro? ¿Eso no se ve raro? - La maestra sonrió y respondió: - Cada cabello cuenta una historia, Valentina. Un cabello duro puede ser fuerte, resistente.

Y lo más importante, lo que realmente importa es cómo nos sentimos con nosotros mismos. - Ámbar sintió que todo lo que decía la maestra resonaba dentro de ella. Ya no se sentía tan triste. Mientras la maestra hablaba, Valentina y Sofía comenzaron a charlar entre ellas. - Ámbar está rara hoy.

- susurró Sofía. De repente, un nuevo niño llegó a la clase. Era Lucas, y cuando entró, Ámbar se dio cuenta de que tenía el pelo completamente diferente: lleno de colores y peinados extraños, pero lo llevaba con mucha confianza.

- ¡Hola a todos! - dijo Lucas. - Soy nuevo y mi mamá siempre dice que a cada uno le gusta su propio estilo.

- Entonces, la maestra Clara sonrió y dijo: - ¡Exactamente, Lucas! ¿Qué te parece si todos compartimos algo único sobre nosotros? - Ámbar, inspirada por la valentía de Lucas, levantó la mano.

- ¡Yo tengo el pelo duro hoy, pero eso me hace especial! ¡Soy Ámbar, y me gusta jugar futbol! - Valentina y Sofía se miraron sorprendidas, y un silencio llenó el aula. Pero luego, una de ellas, Valentina, se atrevió a hablar.

- Bueno, yo tengo el pelo rizado, y a veces me molesta, pero mi abuela dice que son como las nubes en el cielo. - Así, una tras otra, las chicas comenzaron a compartir cosas sobre sí mismas. Los niños comenzaron a reír y a celebrar sus diferencias.

Por primera vez, Ámbar sintió que no importaba si su cabello estaba duro; lo que importaba era que era parte de su esencia. Al finalizar la jornada, la maestra Clara les pidió que hicieran un dibujo de lo que los hacía únicos. Ámbar dibujó su cabellera alocada y una gran sonrisa en su rostro.

- Alberti, creo que lo entendí. Mi pelo es solo una parte de mí, pero mi personalidad y lo que hago son lo que realmente cuentan. - Alberti sonrió, satisfecho de haber ayudado a su amiga.

Cuando terminó el día, Ámbar se dirigió a casa radiante. La calidez del sol la acompañaba y sabiendo que un cabello duro no la definiría, sino que destacaría su autenticidad.

Desde ese día, Ámbar comprendió que lo especial venía de dentro y no de su apariencia. - ¡Hasta mañana, Alberti! - gritó mientras salía del colegio. Y así, Ámbar aprendió que ser auténtica y abrazar sus propias características podría inspirar a otros a hacer lo mismo.

Todos somos únicos, y eso es lo que nos hace especiales.

FIN.

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