Ambars Sweet Wishes



Había una vez una niña llamada Ambar, que tenía unos rulos dorados y brillantes que caían sobre sus hombros. Era tan dulce como el chocolate y siempre llevaba una sonrisa en su rostro.

Un día, mientras caminaba por el parque, Ambar se encontró con su amigo Lucas. Lucas era un niño muy amable y atento, y sabía lo mucho que a Ambar le gustaban las flores. Por eso, decidió sorprenderla con un hermoso ramo de flores coloridas.

Al verlo acercarse con el ramo en sus manos, Ambar saltó de alegría. "-¡Lucas! ¿Son para mí? ¡Son tan bonitas!", exclamó emocionada. "-Sí, Ambar. Pensé que te encantarían", respondió Lucas con una gran sonrisa.

Ambar tomó el ramo entre sus pequeñas manos y olió las flores una por una. Cada flor desprendía un aroma delicioso que llenaba todo el aire a su alrededor.

Pero algo extraño comenzó a suceder cuando Ambar sopló un besito hacia las flores: todas las flores se transformaron en chocolates gigantes. "-¡Oh no! ¡Mis flores se convirtieron en chocolates!", exclamó asombrada. Lucas rió divertido y dijo: "-Parece que tus deseos tienen poderes mágicos".

Ambar miró los chocolates gigantes con ojos brillantes de emoción. No podía creer la suerte que había tenido. Pero también sintió un poco de tristeza al pensar en cómo iba a cuidarlos todos ella sola.

En ese momento, un grupo de niños se acercó al ver el espectáculo. Todos quedaron sorprendidos al ver los chocolates gigantes. "-¡Qué ricos se ven!", dijo uno de los niños. Ambar miró a Lucas y tuvo una idea maravillosa.

"-Lucas, ¿qué te parece si compartimos estos chocolates con todos nuestros amigos del parque?"Lucas asintió emocionado y juntos comenzaron a repartir los chocolates entre todos los niños presentes. La alegría se extendió por el parque mientras cada niño disfrutaba de un pedazo del delicioso chocolate.

Ambar aprendió una valiosa lección ese día: compartir hace que las cosas sean aún más especiales. Aunque había perdido sus flores, ganó la amistad y la felicidad de todos sus amigos.

Desde ese día en adelante, Ambar siempre recordaría el poder mágico de sus deseos y cómo podían convertirse en algo hermoso cuando se compartían con generosidad.

Y así, Ambar continuó siendo la niña dulce con su melena rizada que adoraba el chocolate y encontró la verdadera magia en la amistad y el amor hacia los demás.

FIN.

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