Ameba y el Viaje Mágico por el Reino Protista
En un pequeño charco de agua dulce, donde los rayos del sol se reflejaban creando destellos de colores, vivía una ameba llamada Amelita. Amelita era muy curiosa y siempre estaba dispuesta a explorar su hogar, el increíble Reino Protista.
Un día, mientras se desplazaba suavemente por el agua, encontró a su mejor amiga, la infusoria Igor.
"¡Hola, Amelita! ¿A dónde vas hoy?" - preguntó Igor, moviendo sus cilios de manera divertida.
"¡Hola, Igor! Estoy pensando en ir a descubrir el Gran Algal, un lugar del que escuché historias fascinantes. ¿Te gustaría acompañarme?" - respondió Amelita emocionada.
Igor, que tenía la energía para bailar, no dudó en aceptar.
"¡Claro que sí! ¡Vamos juntos!" - exclamó, girando sobre sí mismo.
Así, las dos amigas se lanzaron a la aventura y comenzaron a viajar por los rincones del Reino Protista. Primero, atravesaron un bosque de algas verdes, donde escucharon el canto de las diatomeas.
"Mirá, Amelita, esas diatomeas son increíbles. Siempre están formando figuras y colores. ¡Son como artistas del agua!" - dijo Igor asombrado.
Amelita sonrió y continuaron su viaje. Pronto llegaron a un lugar donde los protistas se reunían para celebrar. Había euglenas brillando como pequeñas luces, y los paramecios bailando al ritmo de las corrientes.
"¿Qué es este lugar?" - preguntó Amelita, con ojos deslumbrados.
"Esto es la Fiesta del Microcosmos. Cada vez que hay una luna llena, todos los seres del reino vienen a celebrar. ¡Mira cómo todos están disfrutando!" - explicó Igor.
Las dos amigas se unieron a la fiesta y comenzaron a bailar entre risas y burbujas de agua. Pero, de repente, una sombra oscura cubrió el lugar. Era un grupo de bacterias que querían arruinar la fiesta.
"¡Bailen si quieren, pero nosotros también queremos divertirnos!" - gritó una de las bacterias.
"¡No! Este es un lugar para todos, no queremos conflictos!" - respondió un paramecio, tratando de calmar la situación.
Amelita, que no podía soportar ver a sus amigos preocupados, decidió actuar.
"Espera un momento, tal vez podamos encontrar una solución. ¿Qué tal si organizamos un juego donde todos puedan participar? Así nadie se sentirá afuera" - sugirió con valentía.
Igor se iluminó al escuchar la propuesta.
"¡Eso suena genial! Un juego de carreras por el charco. ¡El primero que llegue a la otra orilla, gana!" - agregó.
Las bacterias miraron entre sí, sorprendidas por la idea.
"¿De verdad podemos hacerlo?" - cuestionó una de ellas, un poco insegura.
"¡Sí! Será mucho más divertido que pelear" - dijo Amelita, sonriendo.
Así que todos aceptaron, y el juego comenzó. Risas resonaron mientras las amebas, euglenas, diatomeas y bacterias competían sanamente. Al final, todos llegaron juntos a la meta, felices.
"¡Y el ganador es…! ¡Todos!" - anunció un paramecio, y todos estallaron en carcajadas. Las barreras se derritieron, y ahora los diferentes grupos disfrutaban de la fiesta juntos, aprendiendo que la diferencia era la clave para la diversión.
Amelita se sintió orgullosa.
"Mirá, Igor, ¡todo se resolvió! A veces, solo hace falta un poco de empatía y creatividad para cambiar las cosas".
"¡Tenés razón! Viste qué fácil fue unirnos. ¡Qué aventura más maravillosa hemos tenido!" - contestó Igor.
Después de la fiesta, Amelita y Igor regresaron a su parte del charco con el corazón lleno de alegría y nuevas amistades.
"Prometamos siempre buscar soluciones juntos" - sugirió Amelita mientras se deslizaban por el agua.
"¡Prometido!" - respondieron al unísono, mientras el sol se ponía, pintando el reino con colores cálidos.
Y así, Amelita continuó explorando el maravilloso mundo del Reino Protista, siempre dispuesta a aprender y a unir a sus amigos en cada nueva aventura que encontrara.
FIN.