Amelia, la arañita protectora
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, un niño llamado Miguel y su fiel amigo Cristian. Ambos eran curiosos y aventureros, siempre buscando nuevas emociones en cada rincón de su colegio.
Un día, mientras exploraban el patio del colegio, escucharon un débil llanto proveniente de los arbustos. Intrigados, se acercaron sigilosamente y descubrieron a una pequeña arañita atrapada en una telaraña.
Pero lo más sorprendente era que ¡la araña hablaba!"¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdenme!", suplicó la arañita con voz temblorosa. Miguel y Cristian no podían creer lo que veían. Sin pensarlo dos veces, tomaron unas ramitas y con mucho cuidado liberaron a la arañita de su prisión.
"Muchas gracias por rescatarme", dijo la araña aliviada. "Mi nombre es Amelia". Amelia les explicó que había sido maltratada por la maestra Ana en el colegio. La pobre arañita tenía miedo de volver allí y ser lastimada nuevamente.
Miguel y Cristian decidieron llevar a Amelia a casa para protegerla. Al llegar, sus papás se asustaron al ver a la araña parlante. "¡Fuera esa horrible criatura!", exclamó el papá de Miguel asustado. "Pero papá, ella necesita nuestra ayuda", interrumpió Miguel valientemente.
Después de mucho insistir e intentar explicarles que Amelia solo necesitaba un hogar seguro donde vivir sin hacerles daño, finalmente sus padres accedieron a dejarla quedarse.
Con el tiempo, Miguel y Cristian se dieron cuenta de que Amelia era una araña muy especial. Aprendieron sobre su importancia en el ecosistema, cómo tejía sus telarañas para atrapar insectos y cómo ayudaba a controlar las poblaciones de plagas. Juntos, crearon un ambiente adecuado para Amelia en el jardín trasero.
Construyeron una hermosa casa de tela para ella y le proporcionaron comida fresca todos los días. Amelia se convirtió en la protectora del jardín, manteniendo a raya a las moscas y mosquitos indeseables.
Además, les enseñó a Miguel y Cristian sobre respeto por todas las criaturas vivientes y la importancia de cuidar del medio ambiente. Un día, mientras disfrutaban del sol en el jardín, escucharon un zumbido familiar. Era una pequeña abeja atrapada en una telaraña cercana.
Sin pensarlo dos veces, Amelia acudió al rescate y liberó a la abeja con delicadeza. "Gracias por salvarme", dijo la abeja emocionada. "Mi nombre es Beatriz". Desde ese día, Miguel, Cristian, Amelia y Beatriz se convirtieron en grandes amigos inseparables.
Juntos formaron un equipo dedicado a proteger a todas las criaturas pequeñas e indefensas. La historia de Miguel y Cristian nos enseña que no debemos juzgar ni maltratar a los demás simplemente porque son diferentes o desconocidos para nosotros.
Todos merecen respeto y comprensión. Y así fue como una simple arañita parlante inspiró cambios positivos en la vida de Miguel, Cristian y todos los que los rodeaban.
Aprendieron a amar y proteger a todas las criaturas, grandes y pequeñas, en el maravilloso mundo que compartimos.
FIN.