Amelia y el brillo del hielo


Amelia era una niña muy simpática y llena de energía. Siempre tenía una sonrisa en su rostro y le encantaba hacer reír a los demás con sus ocurrencias.

Pero había algo que Amelia quería hacer desde hacía mucho tiempo, algo que amaba pero también le daba mucha vergüenza: ¡patinar sobre hielo! Cada vez que veía a otras personas deslizarse graciosamente por la pista de hielo, su corazón se llenaba de emoción.

Pero cuando intentaba ponerse unos patines y dar un paso sobre el resbaladizo hielo, sus piernas temblaban y la timidez se apoderaba de ella. Un día, mientras caminaba por el parque, vio un cartel anunciando una competencia de patinaje sobre hielo para niños.

El premio era nada menos que un par de patines nuevos y brillantes. Amelia sabía que esa era su oportunidad para enfrentar su miedo y demostrarse a sí misma lo valiente que podía ser.

Decidida a participar en la competencia, Amelia fue a buscar ayuda. Encontró a Martina, una chica mayor del vecindario que era conocida por ser la mejor patinadora del lugar. "Hola Martina", saludó tímida pero entusiasmada Amelia.

"He visto tus increíbles habilidades sobre hielo y me preguntaba si podrías enseñarme algunos trucos". Martina miró con simpatía a Amelia antes de responder:"Claro, estaré encantada de ayudarte", dijo con una sonrisa. "Pero primero debes superar tu vergüenza". Amelia asintió nerviosa, sabía que Martina tenía razón.

Para lograrlo, decidieron comenzar con pequeños pasos. Practicaron en una pista de hielo más pequeña y despejada, donde Amelia se sentía más cómoda. Día tras día, Amelia iba ganando confianza y mejorando sus habilidades sobre el hielo.

Martina la alentaba constantemente y le recordaba lo importante que era disfrutar del proceso sin preocuparse por los demás. Llegó el día de la competencia y Amelia estaba lista para demostrar todo lo aprendido.

Aunque aún sentía mariposas en su estómago, había descubierto que no debía dejar que la vergüenza controlara su pasión por el patinaje. Cuando llegó su turno, Amelia se paró en medio de la pista con determinación.

Miró a todos los espectadores y sonrió antes de comenzar a patinar. Deslizándose graciosamente sobre el hielo, realizó giros y piruetas sorprendentes. El público aplaudió emocionado mientras ella seguía patinando con una gran sonrisa en su rostro.

Al finalizar su presentación, Amelia sintió una oleada de emoción y orgullo recorriendo todo su cuerpo. Aunque no ganó la competencia esa vez, eso no importaba realmente. Lo que importaba era haber superado su miedo a patinar frente a los demás y haberse dado cuenta de cuánto amaba ese deporte.

Desde aquel día en adelante, Amelia continuó practicando el patinaje sobre hielo con alegría y entusiasmo. Y aunque todavía podían aparecer momentos de vergüenza, ella sabía que era capaz de superarlos y disfrutar plenamente de su pasión.

La historia de Amelia es un recordatorio para todos nosotros de que no debemos dejar que el miedo y la vergüenza nos detengan.

Si nos atrevemos a enfrentar nuestros temores, podemos descubrir nuestra verdadera fuerza y vivir una vida llena de alegría y aventuras. Y así, como Amelia, ¡podremos deslizarnos por la pista del mundo con confianza y determinación!

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